domingo, 13 de septiembre de 2009

UN MUNDO DE PRINGAOS



¿Será la edad? el hecho de haber pasado los sesenta y seguir currelando para pagar los drinkis y los petas de los hijos o estar en plan jubilata anticipado creyéndote libre porque te pegas una calcetinada cada mañana garrota en mano por la ruta del colesterol para luego dejarte mesmerizar por la lelez televisiva y la liga de campeones y gastar unos durillos comprando el lunes por la mañana las cebollas y los ajos en el mercadillo del pueblo, de los que te dejó la empresa por largarte antes de tiempo, y que luego apechugue la Seguridad Social contigo.


Digo, si será la edad lo que hace mirarte por las mañanas brevemente en el espejo y observar que, sobre esa cara de solidario pepero o sociata, asoma un careto de pringui que por mucho que lo intentes no puedes quitártelo de encima.


Será la edad que a uno le hace mayor para la alegría y el optimismo, que ya te da pereza bajarte los pantalones para atender a una dama cuando antes tropezabas con ellos en tu nerviosismo por quitártelos. Ves la sociedad con bastante cinismo y piensas que las cosas no eran tan malas antes, como ahora nos quieren hacer ver. Será la edad, tiene que ser, porque según estos tíos que nos malgobiernan el mundo de hoy es de puta madre. Jabugo para todos.


Y te paras a pensar mientras caminas con el chuzo hacia la ermita y te dices: pues la cosa es que cuando yo entré a mi empresa a los veintidós años me hicieron fijo a los seis meses, nada de becarios y esas mandangas que se han inventado para tener a los jóvenes puteados sin pagarles un duro. Había otros que entraban de botones, así se llamaban, que tenían que perder el culo para ir a por el cafelito de don Matías y el bocata de anchoas de Ramírez, el oficial primero, pero en cuanto llegaban a la edad de la razón, o sea, con la verde o la gris en el bolsillo, el Departamento de Personal, que no de Recursos Humanos, también les hacía fijos y podían ir pensando en comprarse un pisito en Moratalaz o Aluche, que en aquellos tiempos estaba en las quintas chimbambas pero ahora son el puritito centro de Madrid, y ser felices con su churri para los restos.


Esa es otra, hoy el kilo de ladrillo está a la altura del Beluga y ya se habla de que la hipoteca, en lugar del aparador y la cómoda, será lo que hereden los frutos del matrimonio, esos que ahora andan despistados por las aulas de la deseducación.


Recuerdo que en mi empresa había una cooperativa y nos daban vales para la compra, también teníamos caja de vacaciones, cuando tuve un hijo me largaron quince mil del ala para celebrarlo, disfrutábamos de un mes de vacaciones, teníamos paga de Navidad y del dieciocho de julio, sí, aquello de Franco de lo que nadie ahora quiere acordarse y da un cierto repelús, pero bien que poníamos el cazo. Entrábamos y salíamos de la empresa a nuestra hora y nadie tenía que quedarse fuera del horario laboral a hacer el paripé para que el jefe le considerase mejor.


Hoy se dice que todas aquellas cosas eran paternalistas, como los pantanos y el Plan Badajoz. Sí, sí, paternalistas, claro, ahora ya no hay paternalismo y la juventud tiene que sobrevivir como puede, muchas veces a costa de sus padres, ganando menos de mil putos Euros al mes y siguiendo de becarios cuando están ya frisando los cuarenta. Y mientras los bancos y muchas empresas tienen la indecencia de publicar a bombo y platillo que sus beneficios para el ejercicio tal y cual han superado el sesenta por ciento del pasado año. Y lo dicen impávidos sin que se mueva un milímetro el puro que les sobresale por el bolsillo superior de la chaqueta.


Pero eso sí, hoy hay calidad de vida. Esto de la calidad de vida es francamente cuestionable. ¿Estará la calidad de vida en tener unas cuantas paletadas de pichicharras, pantallas planas, iPods, deuvedés, móviles para hundir el Titanic, cajeros, expendedores, cacharros y más cacharros de esos que llaman inteligentes? porque ahora todo es inteligente — hasta el cagódromo. Puede ser que algunos sean hasta más inteligentes que sus usuarios.


Antes ibas a la TWA y te atendían como a un señor; te sentabas, te preparaban el billete, y si te conocían de otros viajes hasta te preguntaban por la familia. Hoy tienes que sacarte tú el billete en un ordenador y si eres algo mayor y la informática no forma parte de tus atributos personales pues vas de culo, incluso siendo un enterado muchas veces te las ves y te las deseas para conseguir un billete y a menudo tu señora tiene que viajar a proa y tú a popa entre todo el ganado humano hacinado y que en muchos vuelos no tiene acceso ni a un triste cacahuete y hay que optar por llevarse el bocata como en los vagones de tercera de la RENFE.


Ah, y que decir del teléfono, antes llamabas y una señorita de castellano cantarín te atendía buscando el número personalmente. Ahora, como todos sufrimos cada día, nos sale al teléfono alguien desde Timbuctú, o la India, a veces no entiendes una palabra de lo que te dicen pero, claro, siempre es mejor que el laberinto de: “pulse uno si es usted un pardillo, dos si llama desorientado, tres si quiere pasar el rato oyendo música de ascensor”, y así sucesivamente.


Estamos en el mundo de “háctelo tú mismo”, usas tu cajero, te pones tu gasolina, te pagas tu parking, compras todo en Internet, etc, etc. Recientemente están probando cajas en los supermercados en las que te escaneas tus compras, pagas, te lo metes en las bolsitas y te largas con viento fresco. El mundo de Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como.


En Sed de Champán de Montero González decía: “El Charolito sólo se fiaba de su polla. Era la única que nunca le daría por culo”.

Pues yo no estoy tan seguro, con tanto adelanto puede que pronto se disponga de un alargamiento que permita al usuario satisfacerse. Decúbito prono o decúbito supino. Tú mandas. Es un mundo lleno de opciones.
J. L. Medina
San Francisco
25.10.06

2 comentarios:

  1. Amigo Zocato. La mayoría de tus artículos tienen mucha enjundia. Tanta que de ellos podrían sacarse, si a ti te apeteciese hacerlo, varios artículos breves y jugosos, pues en, general, pecan de largos y no pecan por faltarles amenidad.
    De cualquier manera esto es sólo una apreciación pues he notado que lo breve suele ser más leído que lo extenso.
    Un abrazo.

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  2. Perdona mi atrevimiento por darte consejos que no has pedido.
    A lo peor, me he pasado.
    Un abrazo.

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