lunes, 14 de septiembre de 2009

MAQUETOS, CHARNEGOS, GUIRIS.


Todo el mundo sabe que en la diferencia está el gusto. Nos da mucha risa ver a los escoceses enseñando las pelotillas por debajo de esa falda de cuadros de colegio. Y qué decir de los pompones de los guardias griegos, los morriones ingleses, los floripondios de los italianos. A todos los que vienen de fuera aquí les llamamos guiris pero, creo yo, lo hacemos en sentido cariñoso, nos hacen gracia sus acentos y su porte, su pinta a veces estrafalaria, y no los rechazamos, bien al contrario, los adoptamos de inmediato.

En España sin ir más lejos tenemos una soberbia tradición de trajes de colorines, boinas y sombreros, barretinas y pañuelos. Unido a éstos signos externos de identidad van los de la parla regional, las expresiones, los acentos, los giros lingüísticos que son abrevadero inagotable de dicha intelectual para aquellos que miran a sus hermanos del pueblo vecino o de más allá como sus compañeros de viaje en el camino de la vida, que no cuestionan sus diferencias si no que crecen en su sabiduría y experiencia con el aporte de los pensamientos dichos de otra forma, con el verbo expresado en otra clave musical, con los labios y el paladar formando la bella imagen de la palabra.

Cuantas veces hemos viajado por Andalucía solazándonos con esas zetas y esas eses que articulan el espíritu zumbón de un pueblo imaginativo que llora cuando ríe y ríe cuando llora en un derroche de vida en el que las palabras se les quedan cortas, pequeñas, austeras, y tienen que dar rienda suelta a sus sentimientos a través del cante y el baile, porque la boca no es suficiente y es el cuerpo entero el que habla.

Y que decir de Extremadura donde uno de sus hijos de Guareña, Badajoz, Luis Chamizo supo preservar para la posteridad en su excelente libro el Miajón de los Castúos el grito de los gañanes nacidos en las dehesas del alcornoque, aquellos machos que triunfaron en América con la fuerza de su perseverancia y el espíritu indomable mamado en la trashumancia de su tierra natal.

Y si subimos por la Ruta de la Plata acompañando a las milicias romanas que a paso ligero, miliario tras miliario llegaban hasta Astorga y León donde la legión Séptima Gémina trataba de controlar a los Astures, Cántabros y Vascongados, encontramos otros idiomas, otras formas de expresión que varían en su musicalidad adaptándose a los paisajes verdes, la lluvia y la montaña.

El gallego emparentado con su vecino el portugués, cargado de delicadeza y acordes armoniosos, hábil y certero en el juego de expresar en la misma sutileza de palabras una cosa y su contraria, dejando al interlocutor poco avezado en un mar de dudas que sólo será capaz de aprehender en el contacto y el trato de éstas gentes entrañables.

Por el camino un sinnúmero de dialectos habitan cada rincón de la casa lugareña, del paisaje cerrado de los predios, entre los castillos templarios semiderruidos o derruidos del todo encaramados en algún roquedal del Bierzo, transformándose pero manteniendo similitudes a lo largo de Asturias donde la lengua se va mutando para crear el bable y dar paso a las tierras cántabras donde se habla el castellano neto. Desde allí los caminos conducen a las Vascongadas donde el vascuence y sus dialectos hablados desde muy antiguo en esa zona de España y algunos territorios del sur de Francia han sido unificados en el Euskara batua. El vascuence, idioma de gran tradición oral conservada a través de los bertsolaris que en sus zortzikos apoyados en tonadillas populares expresan su humor y su lirismo.

Y un poco más a la derecha del mapa la región Catalana cuya lengua romance se sitúa a medio camino de Francia e Italia y el resto de España aportando la belleza de su cultura literaria, de su poesía y de su música destacada desde tiempos medievales.

Estando muy orgulloso de mi idioma, siempre he sentido una cierta envidia por no ser de una región con su propia lengua, me parece un gran regalo con el que expresar las sutilezas del entorno, las costumbres, la comida, la música acorde con el paisaje y las gentes de esa zona específica; y sin que sirva de menoscabo a la tierra que le vio a uno nacer poseer también la lengua que nos une a todos, que es el vehículo de expresión de la patria común, en nuestro caso el español o castellano.

Durante los últimos treinta años hemos disfrutado los unos de los otros, hemos hecho amigos y compartido nuestra geografía para pleno deleite de nuestros sentidos gracias a una Constitución que cuenta con todos y al sentido común de las gentes para las que el idioma y las costumbres nunca han sido una barrera.

Pero parece que se ha acabado lo bueno, nunca la armonía dura demasiado, como hongos envenenados han empezado a brotar los nacionalismos de la mano de los políticos que no sirven los intereses de la gente si no los suyos propios en el medro del poder y del dinero.

Es el mundo al revés, cuando el planeta tiende a la globalización, a romper las fronteras, a abrir los mercados, éstos nacionalistas rancios y peligrosos extienden la exclusión, el enfrentamiento y el odio estableciendo fronteras con el idioma y la condición regional. El que no es catalán puro es un advenedizo charnego, en las vascongadas son maquetos; se fomenta el odio racial adoctrinando a las mentes jóvenes en una patria inventada y un concepto de nación regional, cutre y paleta que no va más allá del terruño.

Las generaciones de mi edad nacidas en Cataluña o las Vascongadas hablaban su idioma y también el español común a todos que les abría las puertas al resto de España y extensísimas zonas del mundo donde el español, con sus diversas peculiaridades es la columna vertebral de la comunicación entre muchas naciones.

Algunas de las nuevas generaciones centradas en sus idiomas locales, apartadas de la historia común y del castellano, comienzan a encontrar cada vez más difícil la búsqueda de empleos en otras regiones de España y no digamos si pretendiesen usar el vascuence, el gallego o el catalán en Argentina, Chile o Colombia, por citar algunos paises. Lo siento por ellos, porque los dirigentes nacionalistas que les imponen esta educación bien que se cuidan de mandar a sus hijos al Instituto Británico o a universidades en los Estados Unidos.

Lo impensable está sucediendo ante la pasividad de las autoridades, multas por tener rótulos en castellano, agresiones verbales y físicas, imposibilidad de que los hijos estudien en el idioma español común, puertas cerradas para acceder a ciertos puestos de trabajo, aprovechamiento de cualquier matiz para extender el odio a los de fuera.

Dicen que son pequeños grupos de nacionalistas, nacional - socialistas, puede ser, en las Vascongadas sabemos que es mucho más grave, y parece que el virus se asienta también en Galicia. Y ¿qué será lo próximo? ¿quema de libros en castellano en las calles? ¿una insignia en la solapa para diferenciar a charnegos y maquetos de genuinos especimenes de la aldea primigenia? exagero.¿Exagero?. De momento los nacionalistas vascos lo hacen al revés, son ellos quienes llevan la insignia del PNV en la solapa para que se vea bien que son los chachis, los barbis, como se dice allí, los que tienen los derechos, los que están exentos del tiro en la nuca.
Pero lo peor es el silencio de la población, el mirar para otro lado como si no tuviera que ver con ellos, como Zeligs que adoptan las características de quienes les gobiernan permaneciendo ajenos a una realidad tenebrosa que se repite y que se piensa que no es para tanto.

Cuando se adoptan activa o pasivamente los principios y opiniones de otros abandonando los propios, cuando se abandona la propia personalidad dejándola en manos de un líder el germen del fascismo está listo para su eclosión.

Pero tendremos que tratar de ser optimistas, se suele decir eso de: "de otras peores hemos salido". Esperemos que así sea.
J. L. Medina
San Francisco
4.12.06

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