Circulando lentamente en el tráfico del domingo por la tarde poco antes del desvío hacia la carretera diecisiete que nos llevará hasta San Francisco, Carol y yo miramos a través de los cristales en silencio. Atardece y el sol brilla aún con fuerza, Santa Cruz se extiende a nuestra izquierda hasta el mar que permanece calmado, sobre su superficie se balancean grandes masas de kelpe, sobre el horizonte un grueso chorro de niebla sube lentamente la costa, entrará por el Golden Gate cubriendo la ciudad de San Francisco. Esta noche oiremos las sirenas en diferentes tonos de graves advertir a los barcos que entran y salen de la bahía repitiendo su llamada cada doce segundos.
A la derecha semioculto entre la vegetación nos fijamos en una señal de carretera de color marrón que dice "Villa de Branciforte". Ninguno de los dos habíamos reparado en este nombre en tantos años que hemos conducido por esta carretera.
La Villa de Branciforte fue un asentamiento civil como Los Ángeles o San José a diferencia de las misiones como la de Santa Cruz y todas las demás que se establecieron en California que eran totalmente religiosas. En mil setecientos noventa y seis el ingeniero español Alberto de Córdoba y el gobernador Diego de Borica llegaron a la misión de Santa Cruz para establecer esa población al otro lado del río, le dieron el nombre del Virrey de Méjico a la sazón Miguel de la Grúa Talamanca y Branciforte, marqués de Branciforte.
El apellido tan sonoro le venía de su origen italiano, nació en Sicilia y siendo un joven oficial de la armada española se casó con la hermana de Manuel Godoy la señorita Maria Antonia Godoy y Álvarez. Fue grande de España, protegido de Godoy y por lo que cuenta la historia uno de los personajes más corruptos de la época, que ya es decir teniendo en cuenta la gran competencia que debía de tener alrededor.
La intención al establecer esta villa era atraer a soldados retirados y pioneros de la alta California para que poblaran y defendieran el territorio de rusos, franceses e ingleses. Branciforte temía sobre todo a los ingleses que estaba seguro colonizarían la costa de California y las Islas Sandwich en cuento tuvieran ocasión de hacerlo.
Llegaron algunos pocos junto a presidiarios escapados con la abierta protesta de los misioneros de la misión de Santa Cruz. Encontraron que la villa que se les había prometido en realidad no existía y tuvieron que ingeniárselas para construir primitivas casas de adobe con las pocas herramientas y víveres de que disponían. Muchos de ellos descontentos se fueron al pueblo de San José y los que quedaron crearon constantes problemas a los misioneros.
Tal es así que cuando en mil ochocientos dieciocho el pirata Hippolyte de Bouchard llegó a la costa entrando a saco y quemando Monterrey, el gobernador Sola ordenó al padre Ramón Olbes que abandonara la misión de Santa Cruz y se marchara con sus neófitos a Santa Clara, así mismo pidió al comisionado de Branciforte Joaquín Buelna que se llevara todos los objetos de valor de la misión por si a Bouchard le daba por asaltar el recinto.
Buelna llevó a cabo su misión estableciendo un inventario de las cosas pero grupos de rufianes de Branciforte robaron y se llevaron todo lo que pudieron incluyendo las ropas de los santos.
La presencia española en la costa oeste de Norteamérica data de mil quinientos cuarenta y dos cuando Juan Rodríguez Cabrillo, bajo bandera española, exploró toda la costa. Algo más tarde comenzaron los viajes anuales a las Filipinas, los Galeones de Manila, que a su vuelta pasaban por la costa hacia Acapulco y fue el aventurero y comerciante Sebastián Rodríguez Cermeno quien exploró con éxito la costa encontrando buenos puertos donde los Galeones de Manila pudiesen recalar.
Sebastián Vizcaíno, buscando también un buen puerto, descubrió la Bahía de Monterrey comenzando así los primeros asentamientos en la Alta California iniciados en mil setecientos sesenta y nueve por el padre Junípero Serra y el capitán Gaspar de Portolá.
Los constantes problemas con los británicos que querían apoderarse del puerto español estratégicamente localizado en la Isla de Vancouver hizo que se despachasen dos barcos de guerra españoles, a su llegada encontraron dos barcos ingleses, dos americanos y uno portugués. Esteban Martínez, el capitán español, capturó con rapidez los dos barcos británicos lo que estuvo a punto de comenzar la guerra con Inglaterra. Se firmó un tratado por lo que tanto españoles como británicos podían hacer uso del puerto pero los ingleses se comprometían a no entrar ni establecer ninguna base en la Alta California. Pero con todo, España no tenía ninguna confianza en que los ingleses cumplieran su palabra.
Así, el doce de Mayo de mil setecientos noventa y siete llegaron los primeros colonos desde Guadalajara a Monterrey a bordo del Concepción. Diecisiete personas solamente, muchos de ellos enfermos, sin recursos, salidos de las cárceles.
El siguiente año llegaron algunos soldados mayores o inválidos que habían servido diez años en la armada española. Ese era el tipo de gente que el Gobernador Borica quería atraer a la zona, tenían entrenamiento militar y podían responder a la tarea de preparar un grupo de población suficiente para defender la costa.
En Noviembre de mil ochocientos uno el nuevo comisionado Ignacio Vallejo preparó un censo en el que se contaban veinte soldados retirados que junto al resto de la población sumaban ochenta y tres personas asentadas en la Villa de Branciforte.
Para mil ochocientos veintiuno una serie de revoluciones en la Nueva España hizo que se creara el moderno estado de Méjico con la Alta California como su provincia asentada en el punto más alejado hacia el norte. Comienzan a llegar los primeros pioneros americanos a Branciforte, la población sube a unas ciento cincuenta personas.
En mil ochocientos treinta y seis dos jóvenes californios Juan B. Alvarado y José Castro lideran una insurrección contra Méjico declarando California estado libre y soberano, parte de los insurrectos son americanos dirigidos por Isaac Graham. La revuelta termina cuando las autoridades nombran a Alvarado gobernador de la Alta California.
En los años sucesivos hay revueltas y problemas que el gobierno mejicano no es capaz de resolver, en mil ochocientos cuarenta y cinco se efectúa un padrón que sitúa en cuatrocientos setenta los residentes en el área de Branciforte y Santa Cruz incluyendo ochenta extranjeros.
La confusión y agitación política unido a la guerra entre Méjico y los Estados Unidos hace que toda la zona esté sumida en una inestabilidad continua. Finalmente en mil ochocientos cuarenta y seis, el siete de Julio, se iza la bandera de los Estados Unidos en Monterrey. El poder en la región pasa de Méjico a Los Estados Unidos definitivamente.
Hoy la Villa de Branciforte forma parte de la comunidad de Santa Cruz al otro lado del rió San Lorenzo.
Es difícil abarcar la extensísima historia de la empresa de España en el continente americano, fueron más de tres siglos de presencia española. Dejando aparte los momentos más importantes hay otros que todavía están por descubrir, que permanecen escondidos en los libros o perdidos en ciudades y pueblos a lo largo del inmenso continente. Una historia rica en acontecimientos que hoy en día atraen muy poco el interés de los españoles, eso si no se trata de ocultar o se siente una incomprensible vergüenza por el pasado. Un pasado que otras naciones con méritos mucho más modestos guardan sin embargo como su patrimonio más querido pasándolo de generación en generación.
San Francisco, 21 de Mayo de 2009
José Luís Medina
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