martes, 15 de septiembre de 2009

DOS SEMANAS POR PANAMÁ Y COSTA RICA.


Viernes 27 de Marzo de 2009
Recogemos las maletas y montamos en el autobús que nos lleva al cercano hotel Marriot en Miami. Han sido cinco horas de vuelo desde San Francisco en un avión totalmente lleno, ratos de turbulencias pero por lo demás y debido a que no hemos tenido que madrugar estamos bastante frescos. Uno de los porteros del hotel nos indica un restaurante "Catch of the Day" que según él tiene un agradable ambiente latino y su nombre parece indicar un buen menú.
Pero no es así, después de jugarnos la vida cruzando la calle cuyos semáforos no respeta nadie comprendemos que se trata de un local de comida a base de fritos, platos rápidos y mucho ruido. Volvemos sobre nuestros pasos y nos sentamos en el restaurante del hotel que resulta ser una buena decisión, nos atiende un cubano amable y dicharachero que nos recomienda mojitos con palitos de caña de azúcar y elegimos un gazpacho de cangrejo picado bastante picante pero que no me resisto a tomarlo y pez espada con verduras y un puré de boniato que resulta excelente.
Sábado 28 de Marzo
Amanece algo nublado, vamos temprano al aeropuerto, mucho tráfico para ser sábado y ya en los mostradores una ingente cantidad de personas porque comienzan varios viajes de cruceros. Trato de reponerme del pánico que me produce estar entre tanta gente, filas interminables, océanos de maletas pero sorprendentemente todo se mueve con eficiencia y rapidez y pronto nos encontramos pasando los controles de seguridad, nuestro vuelo es de dos horas y media a la ciudad de Panamá.
A la llegada y después de pasar los trámites de entrada abordamos un autobús que nos llevará hasta el muelle donde está anclado el M.V. Sea Voyager. Hay un buen trozo de autopista desde el terminal al centro de la ciudad, lo primero que llama la atención es el conglomerado de rascacielos a medio terminar o sólo con la estructura exterior que se están construyendo al borde del mar, feos, fruto de la especulación urbanística, rodeados de casuchas, viviendas construidas con materiales de derribo que se hacinan en un vertedero de escombros esperando ser desplazadas por esa locura paralizada de repente por el efecto mundial del impacto económico. La pobreza urbanística entre los rascacielos abandonados muestra un panorama patético y tercermundista.
Seguimos cruzando esta parte del lado caribeño atravesando la ciudad de Colón que al parecer fue próspera en otro tiempo pero que ahora muestra unas calles sucias, roídas por el tiempo y la falta de atención, una población pobre, de aire sumiso; el resto del camino de vegetación selvática, pueblos pobres con casas que están muchas de ellas a medio construir. La gente camina por los lados de la carretera o espera pacientemente viejos autobuses escolares americanos pintados de colores chillones.
Ya a bordo del M.V. Sea Voyager y una vez distribuidos los camarotes y el equipaje nos reunimos en el salón donde el capitán nos da la bienvenida presentando a continuación a los oficiales y el resto del personal; después de la cena sube a bordo el piloto y comienza el tránsito del Canal de Panamá.
La aproximación al canal, ya de noche, muestra en la oscuridad una zona intensamente iluminada de potentes focos amarillos hacia los que nos vamos acercando lentamente hasta situarnos a la entrada de la primera de las esclusas. A los lados sobre unos modernos caminos de sirga potentes máquinas diesel construidas especialmente para guiar la maniobra de los barcos por medio de cables de acero que son fijados a la proa y la popa de los barcos ayudan en la operación de avance para salvar estos primeros niveles que harán posible a los barcos cruzar los aproximadamente ochenta kilómetros de recorrido que unen el océano Atlántico con el Pacífico en este estrecho punto entre el istmo de Panamá y el continente americano. Esta primera operación hasta llegar al lago artificial Gatún ocupa por encima de dos horas en un clima enrarecido de contaminación debida al gasoil que queman las máquinas de tracción añadida a la que generan los barcos. El lago se formó por la construcción de la represa sobre el río Chagres y es la reserva de agua que hace operar las esclusas del canal que en cada tránsito necesita un volumen de 202.000 metros cúbicos de agua para su uso.
Domingo 29 de Marzo
ESCLUSA DE GATÚN, LAGO GATÚN Y LA ISLA DE BARRO COLORADO.
La isla de Barro Colorado se formó al crearse el lago artificial Gatún, en ella se estableció el laboratorio de estudios ecológicos tropicales del Smithsonian Institute, activo en la región desde la construcción del canal para estudiar la flora y la fauna en un intento de control de las enfermedades de la zona. El instituto fundado en 1923 se mantiene como uno de los centros de investigación más importantes del mundo para los ecologistas del trópico. La mañana comienza anclados enfrente de la isla.
Desembarcamos en zodiacs y emprendemos una marcha por el bosque tropical guiados por una de las personas que trabaja en los laboratorios, el terreno es difícil y muy empinado, lleno de raíces. Más de doscientos científicos llevan a cabo experimentos en esta isla durante el transcurso del año, a lo largo de la marcha podemos ver a uno de ellos trabajando en el bosque. Ya de vuelta tras una mañana de calor húmedo comemos en el barco una sopa de tomate, ensalada y tacos de pollo y pescado frito, de postre helado. Decidimos echar una siesta mientras esperamos al piloto para continuar el tránsito del Canal de Panamá al Corte de Culebra y el último tramo de esclusas en Pedro Miguel y Miraflores. Toda la operación vuelve a repetirse hasta bajar al nivel del mar y hacia las ocho o nueve de la noche estamos ya en el océano Pacífico después de haber cruzado desde el Atlántico. Volvemos a la bahía de la ciudad de Panamá, corre una brisa fuerte que ayuda a refrescar el ambiente del calor húmedo del día.
Lunes 30 de Marzo
ISLA OTOQUE, ISLA BONA E ISLA IGUANA.
Hoy pasamos el día en el Golfo de Panamá, una gran extensión de agua en el lado del Pacífico del Istmo. Por la mañana hacemos un recorrido en zodiac alrededor de la isla de Bona, envuelta en bosque tropical, rodeada de aguas llenas de nutrientes debido a las corrientes. Un paraíso para miles de aves marinas: fragatas, pájaros bobos marrones, otros de pies azules que llenan los árboles y las rocas de los acantilados. Grupos de pelícanos cruzan en perfecta formación a escasos centímetros de las aguas, hace un día azul y soleado y las aguas transparentes rompen con fuerza sobre las rocas. En una de las islas llama la atención los restos de construcciones, tolvas herrumbrosas y cantidades de depósitos esparcidos por la playa, al parecer pertenecieron a una empresa china que recaló en una de estas islas con la intención de explotar algún yacimiento de sílice que luego era transportado en barcos, según comentarios del guía fueron en su momento expulsados amablemente por el gobierno Panameño. En las primeras horas de la tarde navegamos en mar abierto, nuestra primera jornada hacia Costa Rica. Por la tarde Carol va con un grupo a bucear a la isla Iguana mientras yo decido quedarme a echar la siesta.
Martes 31 de Marzo.
PARQUE NACIONAL ISLA COIBA
El Sea Voyager ha navegado toda la noche a través de las aguas calmadas del Océano Pacífico. El amanecer descubre el Parque Nacional de la isla de Coiba que forma parte del corredor marítimo del este del Pacífico. La isla de Coiba tiene una extensión de 271.000 hectáreas con 52.000 en tierra firme y el resto en zona marítima, aquí se encuentra el segundo mayor arrecife de coral de la zona este del Pacífico. Desde 1919 hasta 2004 esta isla fue utilizada como penal, cuando se la declaró parque nacional todos los presos fueron redistribuidos a otras prisiones y algunos que habían cumplido sus condenas se quedaron como guardas del parque debido a su experiencia de la biodiversidad de la isla. En el momento actual la isla de Coiba está controlada por las autoridades del medio ambiente que vigilan la pesca artesanal y el daño a los tiburones así como los programas de educación sobre la naturaleza de este corredor marítimo, otros parques marítimos que participan son la Isla de Cocos en Costa Rica, Malpelo en Colombia y Galápagos en Ecuador, esto permite que varias especies marinas puedan viajar a salvo y reproducirse a través de este corredor.
Nada más acabar el desayuno vamos en los zodiacs a la isleta "Granito de Oro" cubierta de arena blanca, con un par de palmeras, unos cuantos arbustos y gran cantidad de cangrejos ermitaños. Justo como salida de una historia de piratas. Entre sus aguas transparentes peces de diversos colores, peces ángel, tiburones, tortugas, morenas, y gran diversidad de otros cuyos nombres y especies se me escapan. Después del almuerzo el barco se sitúa frente a la isla y de nuevo hay tiempo para nadar, bucear y divisar todo tipo de pájaros.
De nuevo en el barco continuamos hacia el norte dejando atrás Panamá para entrar en Costa Rica, una larga navegación de ciento veinte millas hacia Golfo Dulce. Sentados en la proa del barco disfrutamos de la noche y una tormenta que ilumina las aguas hasta el horizonte. De repente vemos una luz entre la oscuridad en forma de triángulo que se desplaza por el aire descendiendo hasta el agua para desaparecer, creemos que se trata de un pájaro. El viento y los relámpagos así como la luna que de vez en cuando se deja ver entre las nubes continúan hasta que decidimos que puede más el cansancio y nos vamos a la cama.
Miércoles uno de Abril.
GOLFO DULCE Y CASA ORQUÍDEA
Al salir de nuestros camarotes sobre las siete de la mañana nos encontramos anclados enfrente de un pequeño muelle y un pueblecito cercano. Estamos pasando la aduana de inmigración en Golfito, Costa Rica, me voy al salón principal a por un par de tazas de café pero ya no queda ni café ni tazas, tengo que bajar al comedor en donde todos desayunan grandes platos de bacón con huevos, arroz, salchichas…comprendo que un buen desayuno es importante al iniciarse el día pero quizás debido al tipo de cultura en la que hemos vivido casi toda nuestra vida no estamos acostumbrados a estos desayunos copiosos, preferimos tomarnos un par de cafés tranquilamente y saltarnos el desayuno porque, de todas formas, la comida es a las doce de la mañana.
El pueblecito de Golfito está situado en un lugar precioso, rodeado de colinas boscosas en el Golfo Dulce y la línea difusa de la Península de Osa en la distancia. Al poco rato levamos ancla y nos dirigimos a Casa Orquídeas, un jardín botánico privado en la misma playa. Desembarcamos con la ayuda de las zodiacs iniciando una marcha entre plantas de jengibre, vainilla, pimienta negra, cacao, mangos, avocados, canela, papaya así como toneladas de preciosas orquídeas y todo tipo de plantas de la selva tropical. Entre los árboles un continuo concierto de pájaros y familias de monos de cara blanca buscando comida: gusanos, lagartos, algo bueno que comer, bajo las hojas de palma pequeños grupos de murciélagos duermen muy juntos colgados de las nervaduras centrales, allí encuentran frutas, néctar e insectos para alimentarse.
Durante la comida en el barco siempre hay un rato de charla con uno de los camareros con el que hemos hecho amistad, Ronald Martín Lobo, costarricense y orgulloso de sus antepasados españoles de los que nos habla siempre que tiene oportunidad. El señor Lobo es también cocinero y todos los días trae a Carol una taza de sopa preparada por él que es deliciosa pero que yo no pruebo por ser de un picante insoportable para mí.
Después de una pequeña siesta tenemos la oportunidad de explorar el río Rincón localizado en el extremos de Golfo Dulce. En zodiacs y kayaks navegamos por los manglares observando ibis, garzas, guacamayos, algún lagarto, periquitos y también perezosos y cocodrilos. Llegando a Bahía Rincón el nivel del río es muy bajo y tenemos que seguir andando hasta el puente donde termina el trayecto y hay un bar en un cruce de carreteras para tomar alguna bebida refrescante. Ya de vuelta nos damos una ducha y nos reunimos en el salón para tomar unos aperitivos antes de la cena y charlar sobre la jornada.

Jueves dos de Abril.
PARQUE NACIONAL EL CORCOVADO.
Por la mañana de nuevo en las zodiacs nuestro destino es la playa de San Pedrillo en la península de Osa. A la llegada iniciamos una marcha dentro de la selva entre un espeso bosque de lianas y árboles que proporcionan una temperatura suave mientras subimos y bajamos por el estrecho camino cubierto de ramas y maleza. Atravesamos un par de tramos de río con el agua hasta las rodillas para llegar a una pequeña catarata en la que hay un remanso donde poder bañarse bajo la mirada indolente de un cocodrilo que dormita o se desplaza lentamente por los alrededores.
Sorprendentemente no encontramos mosquitos en ningún lugar aunque recomiendan llevar algún insecticida. Durante la marcha el guía nos indica los tipos de vegetación, árboles y observamos algunos pájaros a los que es difícil ver pero se oyen con sus particulares sonidos por todas las copas y ramas circundantes.
Volvemos al barco hacia el mediodía para desplazarnos a "Las Caletas" otra playa donde desembarcamos y todo está dispuesto para una barbacoa bajo un gran toldo que nos viene muy bien porque al poco de empezar a comer descarga una tormenta tropical que resulta muy agradable mientras comemos naturalmente protegidos bajo la carpa. Después del paso de la tormenta la atmósfera es suave y refrescante y vuelve a brillar el sol con gran intensidad. Después de comer charla y tiempo para hacer fotos pasando el rato tranquilamente hasta que cada uno decide regresar al barco.
Atardecido, como todos los días, reunión para tomar una copa y después de la cena mientras el barco pone rumbo a otro destino nos sentamos en la proa a ver el mar disfrutando de la brisa y las estrellas que se vuelven más intensas con la llegada de la noche.
Viernes tres de Abril.
PARQUE NACIONAL MANUEL ANTONIO.
Por la mañana despertamos enfrente del parque nacional Manuel Antonio, el más pequeño de Costa Rica pero lleno de vida salvaje. Sapos, agutís, iguanas, perezosos, tucanes, monos, una miríada de sonidos que saltan de árbol en árbol. Hay un marea fuerte, llegamos a la playa en las zodiacs, el resto del tiempo hacemos una marcha dentro del parque tomando fotografías.
Por la tarde algunos vuelven a comprar recuerdos, otros nos echamos una siesta algo cansados de una semana intensa haciendo marchas, nadando, buceando, remando y permaneciendo siempre alerta para detectar pájaros, lagartos, observar los árboles centenarios y el entramado de lianas y flores tropicales.
En la reunión habitual el capitán se despide de nosotros, mañana desembarcaremos y cada cual hace un comentario de su experiencia y sus sentimientos por lo visto, lo vivido. Llegamos al muelle de Herradura, Costa Rica, final de nuestra semana por el mar.
Sábado cuatro de Abril.
PARQUE NACIONAL LOS SUEÑOS - CARARA, MONTEVERDE
La mañana nos despierta con un trasiego de maletas que el personal del barco va alineando en el muelle, un grupo es de los que terminan aquí el viaje y se encaminarán al aeropuerto, el otro de los que seguirán una semana más viajando por el interior de Costa Rica. Pertenecemos a este segundo grupo y por tanto no tenemos tanta prisa en desembarcar ya que se da preferencia a los que tienen que llegar a sus vuelos programados de antemano.
Así que pasamos un buen rato en la cubierta tomando café y viendo despedirse a la gente, intercambiando direcciones, teléfonos y correos electrónicos.
El número de personas en el viaje por barco era de unas cincuenta, para éste segundo tramo somos unas veinte o veinticinco. Llegan dos miniautobuses con las dos guías que nos acompañarán durante la semana, Nancy Madrigal y Jenny Villalobos.
Después de desembarcar partimos hacia el Parque Nacional Carara que nos toma unos veinte minutos, los autobuses son adecuados aunque no tienen espacio suficiente para mochilas, cámaras fotográficas, bolsos, etc. Llegamos a la reserva biológica en donde hay monos, iguanas, cocodrilos, guacamayos…pero no nos es posible ver ninguno de ellos, puede que sea porque la carretera pasa a escasos metros del parque y hay un enorme ruido de coches y camiones que no cesa un instante. De todas formas sí podemos observas termiteros y sus inquilinos transportando un trozo de hoja verde cada uno en una constante procesión desde la copa de los árboles a sus hormigueros.
Continuamos a Monteverde y al hotel donde comemos y descansamos brevemente para por la tarde visitar un interesante museo sobre murciélagos, en él hay una zona en donde viven un buen número de éstos mamíferos voladores, la visita es muy interesante en cuanto que desmitifica la mala fama que se les suele atribuir. Como anécdota señalar que entre las fotografías, dibujos y artículos hay dos escudos de las ciudades de Valencia y Albacete que enseñorean con orgullo uno de éstos quirópteros.
Nuestra segunda actividad esta tarde es una charla a cargo de un cuáquero que en los años cincuenta llegó a Monteverde, su filosofía pacifista les hizo negarse a participar en la guerra de Corea y eligieron Monteverde por su buen clima y por ser Costa Rica un país sin ejército. Los cuáqueros compraron una gran cantidad de terreno que cultivaron y finalmente lo conservaron como reserva que fue nombrada como "Reserva Biológica Bosque Nubloso Monteverde" y que ahora es un lugar de atracción turística.
Domingo cinco de Abril.
MONTEVERDE.
Bajamos a desayunar a las seis y media, justo cuando abren el comedor, hoy vamos a visitar el mariposario de Cerro Plano. Pero antes debo de decir que estamos en tierra de café, el renombrado café de Costa Rica que nos sirven cada mañana y que está delicioso además de cumplir con la tarea de despertarnos del todo porque no hay un minuto que perder. Los desayunos, comidas y cenas son todas de buffets cosa que a mí me agrada mucho porque puedes elegir y repetir si quieres de aquello que más te guste. La comida en Costa Rica es muy sana y tiene cierto parecido a la mejicana en sus productos básicos: arroz, frijoles, tortillas de maíz, carne mechada, pescado a la parrilla, todo ofrecido con variedad de salsas a escoger, tomate y cebolla picada, chimichurri, picantes, aliolis, mayonesas, etc., también hay gran variedad de verduras y tubérculos muy usados en deliciosas sopas. No faltan un buen número de frutas tropicales y zumos preparados en el momento, refrescantes y deliciosos. Y merecen especial mención los exquisitos helados introducidos por los cuáqueros en los años cincuenta cuando establecieron sus granjas de productos lácteos.
Salimos hacia el mariposario que ofrece un jardín de plantas medicinales, una colonia de hormigas cortadoras de hojas, todo tipo de insectos, en definitiva en centro dedicado a la biodiversidad.
El jardín fue fundado en mil novecientos ochenta y nueve por el biólogo Jim Wolfe y su esposa Marta Iris con el propósito de inspirar y educar a los visitantes sobre la enorme panoplia de mariposas e insectos nativos de Costa Rica. Cada uno de los cuatro recintos de mariposas representa una zona diferente de Costa Rica de acuerdo con la temperatura, altitud y vegetación, desde las zonas bajas calurosas, las medianas al borde del bosque, a las altas del bosque nublado. Hay más de cincuenta especies de mariposas incluyendo la mariposa Cálico, que es capaz de producir sonido, la Morpho azul así como la casi transparente e invisible Alas de Cristal una rara especie de la Alas de Cebra.
El formicario deja ver bajo el cristal a las hormigas llevando los trozos de hojas por sus sendas hasta el hormiguero donde la materia vegetal se descompone creando un hongo con el que se alimentan.
Después de comer y visitar el pueblo montamos en los autobuses y vamos a la reserva de Monteverde donde hacemos una excursión por un trozo selvático con observación de pájaros y monos que saltan de una copa a otra de los altos árboles llevando algunos sus pequeños hijos a la espalda.
Ya de vuelta y cuando comienza a anochecer vamos a un paseo nocturno por el bosque bajando con linternas hasta el arroyo, en la oscuridad se oyen una cantidad de sonidos diferentes a los que se escuchan por el día, entre los árboles pequeñas lucecitas se desplazan de un lado a otro y desaparecen, son los llamados clipper - beatle, un pequeño escarabajo que produce dos puntos de luz muy intensos mediante una reacción química de su estómago con los que aleja a sus posibles depredadores. Nuestro experto guía, un muchacho que vive en las cercanías, localiza perezosos en las ramas de los árboles, un mapache en un hueco en lo alto de un árbol, un gran sapo a orilla del arroyo, una enorme cucaracha de campo, hormigas voraces que no descansan ni siquiera en la noche, saltamontes y otros habitantes del bosque nocturno desconocidos para la mayoría de nosotros.
Lunes seis de Abril.
MONTEVERDE - ARENAL.
Salimos hacia Arenal parando en ruta para visitar el "Sky Walk". Aquí el bosque cobra otra perspectiva visto desde los puentes colgantes que cruzan por encima de las copas de los árboles. El espectáculo es grandioso y puede verse una inmensa masa arbórea y de vez en cuando a los monos que en las alturas saltan de un lado a otro entre el oleaje de las ramas y sus agudos chillidos.
A medio camino de Arenal paramos en un pequeño pueblo a comer en el buffet de un bar de una de las concurridas calles. Hay mucha gente del lugar que come allí y nosotros hacemos lo propio poniéndonos a la cola. Ofrecen una gran variedad de comida así que decido que me pongan un poquito de casi todo en el plato para probar. Destacan los trozos de plátano frito y las frutas y también aquí tienen los estupendos helados que ha hecho famosos Monteverde.
De nuevo en la carretera el paisaje se abre dando paso a un suave valle con una presa que suministra electricidad a toda la zona, al fondo vemos por primera vez el volcán adormecido pero activo "Arenal" su silueta se levanta impresionante dejando un penacho blanquecino en la dirección del viento. El hotel está al pie del volcán, nuestra habitación justo enfrente sólo separada por una pequeña selva, aunque da la sensación de estar muy cerca en realidad no lo está tanto pero suponemos que de haber una erupción repentina nuestras posibilidades de sobrevivir serían cercanas a cero.
Martes siete de Abril.
ARENAL
Después de tomar un par de tazas del reconfortante café costarricense subimos de nuevo a nuestro pequeño autobús para dirigirnos a la "Finca Don Juan". Nos recibe Don Juan en persona que es un costarricense de complexión breve, ojos agudos y penetrantes, de verbo fácil y claras ideas. Nuestro Don Juan ha convertido su pequeña finca tradicional, su huerta y su trapiche para la caña de azúcar en un exponente de los nuevos vientos ecológicos, orgánicos, favorables al ecosistema y demás mandangas que hoy gustan tanto. Esto además le proporciona un estipendio colateral que le vendrá muy bien para el mantenimiento de su finca, su mujer y sus hijos. Visión comercial que tiene. Bien está. Nada que objetar.
Don Juan nos obsequia con un paseo ecológico en el que la peña yanki, a la que he visto hincar el diente con fruición día tras día a las lonchas de bacón como si no existiera el colesterol, recoge judías, lechugas y yucas directamente del terruño mientras Don Juan explica cómo mezcla cultivos y hierbas para despistar a los insectos y parásitos y de esta forma no tener que usar pesticidas. Asimismo nos descubre algunos secretos como una fruta cuyo interior se usa para pintarse los labios e imprimir una cierta rubescencia a las mejillas. Don Juan, pillín él, elige a la señora más potable del grupo para pasarle el dedo por labios, ojos y mejillas y ella se queda muy contenta y complacida con el resultado.
Luego nos traslada a un techado donde guarda la leña y el trapiche y nos obsequia con un estupendo zumo extraído en directo de una caña de azúcar que corta allí mismo con el enorme machete que lleva colgando de la cintura. Tras una copita de licor también de la destilación de la caña de azúcar nos anuncia que la comida está lista. Comida, remarca, "orgánica" preparada por su mujer en una estupenda cocina de leña en un recinto - comedor al aire libre. La comida resulta estupenda y la visita a la finca Don Juan interesante y muy divertida.
Por la tarde hacemos una marcha por los puentes colgantes de Arenal, de nuevo tenemos ocasión de disfrutar del bosque y la selva desde las alturas, de vuelta al hotel descansamos y vamos a cenar al restaurante al aire libre del hotel. Antes de dormir aprovechamos para observar el volcán Arenal que lanza piedras incandescentes que rebotan por la montaña dejando estelas rojas en la noche, la luna llena, la presencia del volcán con sus fumarolas y las explosiones semejantes al ruido de una tormenta hacen que nos quedemos un buen rato absortos en la contemplación de un espectáculo infrecuente.
Miércoles ocho de Abril.
ARENAL - SARAPIQUÍ.
Partimos cruzando las llanuras del norte hacia la selva tropical de Sarapiquí, en el camino comemos en La Quinta donde nos sirven el conocido buffet con los buenos platos costarricenses. Llegamos al hotel Sueño Azul donde vamos a pasar las dos últimas noches, por la tarde visitamos la Estación Biológica La Selva, en ella se llevan a cabo experimentos por científicos de todo el mundo. En su interior hay unas mil especies de árboles, cuatrocientas veinte de pájaros, mamíferos, mariposas y cincuenta y cinco especies de serpientes. Nos advierten de que además de un buen protector solar nos pongamos repelente para los mosquitos, por otro lado tenemos que firmar con pelos y señales una hoja de descargo de responsabilidades. Las expectativas son tan altas que todos esperamos una jornada interesante. Nada más lejos de la realidad, puede que por ser la visita al atardecer cuando el guía del parque ya estaba cansado de ver turistas, o por alguna otra razón, el paseo se reduce a unos treinta o cuarenta minutos de andar a ritmo de caracol por el perímetro de la entrada del parque. La visita resulta decepcionante, al menos para mí.
Volvemos al hotel y después de darnos una ducha para quitarnos los productos con los que nos habíamos embadurnado vamos a cenar y poco después a la cama porque los días de viaje van pesando.
Jueves nueve de Abril.
SARAPIQUÍ.
Después del desayuno nos dirigimos al río Puerto Viejo para hacer rafting pero el caso es que al llegar a la orilla se nos comunica que hay muy poquita agua y que la cosa se reducirá a flotar tratando de ver la fauna que se acoge a las orillas del río. Además de salvavidas se nos obliga también a llevar casco, cosa evidentemente ridícula a todas luces, pero no es cosa de ponerse a discutir. Así que allá vamos el pelotón de turistas a lo largo del río en el que de vez en cuando vemos alguna iguana y unos pocos pájaros. Como estamos metidos en la Semana Santa es fiesta en todo el país y en esta zona la gente aprovecha para bajar al río a pasar el día con la familia y los niños. En cada recodo del río, en las playas que se forman, enormes cantidades de vecinos de los pueblos de alrededor se chapuzan, beben cerveza en la orilla o se columpian de los árboles. A nuestro paso todos nos miran riéndose y saludándonos con las manos, los chicos jóvenes nos enseñan el culo y corren al agua para hacer bombas y salpicarnos entre las risas de todos. Los más pequeños nos miran entre sonrientes y sorprendidos como si estuvieran viendo un batallón de E.T.s marcianos con casco azul que han aparecido por arte de birlibirloque para alegrarles la mañana.
La cosa no da para mucho más y nos volvemos al hotel y a descansar por la tarde.
Viernes diez de Abril.
SARAPIQUÍ - SAN JOSÉ.
Hoy nuestras guías nos informan de una carta recibida por la compañía que dice más o menos lo siguiente:
"Dos factores hacen que tengamos que cambiar los planes para este viernes. La carretera al Parque Nacional del Volcán Poas permanece cerrada desde el terremoto del pasado Enero. La alternativa en este caso es una visita al Museo del Oro en San José, pero debido a que todo está cerrado por la Semana Santa tampoco será posible. Pero el que sea Semana Santa nos da la oportunidad de ver una de las procesiones religiosas que forma parte de la cultura y la religiosidad de Costa Rica."
Bueno, a todo el mundo le parece bien, además a estas alturas del viaje el que más y el que menos está bastante cansado. De todas formas sí que me gustaría hacer un comentario y es que la compañía sabía desde Enero que no se podía ir al Volcán Poas y que el hecho de que los días de Semana Santa los museos iban a estar cerrados es público y notorio sobre todo para una compañía de viajes que realiza este recorrido cada año. Pero en fin, como digo, tampoco la gente está con muchas ganas de más actividades.
Llegamos a media mañana a San José, hace un día muy bonito y corre una ligera brisa, la ciudad está situada en un buen sitio, un extenso valle cruzado por algunos riachuelos y rodeado de montañas. Como entramos por la parte vieja de la ciudad la sensación es un poco triste, las calles son estrechas y las casas sucias y feas cubiertas de alambre de espino para impedir los robos, como es fiesta no hay nadie por la calle cosa que a la guía le parece bien porque nos dice que en los días normales el tráfico no se mueve un centímetro y hubiéramos pasado el día entero atascados en el centro. Como ella es de esta ciudad donde ha vivido toda su infancia y parte de la juventud trata de entusiasmarnos con algunos edificios importantes como el Teatro Nacional, el Edificio de Correos, la Catedral, pero todos ellos están en precarias condiciones. A medida que vamos saliendo del centro comienzan a perfilarse barrios más modernos donde está la casa del presidente o la embajada de los Estados Unidos. Ya a las afueras se construye una zona exclusiva para residentes de alto nivel, con hospitales especializados, servicios exclusivos y hasta tramos de autopista para facilitarles las cosas. Por tanto dos ciudades, la rica y la pobre. La pobre de la gente costarricense trabajadora que son los más y la rica de los altos cargos y los extranjeros con alto nivel de vida que tienen negocios o deciden pasar temporadas en éstas tierras.
Por la tarde descansamos en el hotel y preparamos las maletas, la vacación termina y al día siguiente nos iremos temprano al aeropuerto para iniciar el regreso a Miami. Aunque el viaje ha tenido algunas lagunas e imprecisiones en general ha resultado muy agradable y nos ha aportado una visión global de Panamá y Costa Rica que abre las puertas a un posible regreso.
San Francisco
16.04.09
José Luís Medina.

BREVE ESTANCIA EN ANDALUCÍA.







Antiguamente para tomar la carretera de Andalucía saliendo desde el pueblo de Colmenar Viejo había que atravesar todo el centro de Madrid desde la Plaza de Castilla hasta la de Carlos V o Atocha. Ahora a la altura del pueblo de Fuencarral se toma a la derecha la entrada de la M-40 que rodea todo Madrid hasta dejarte al comienzo de la ruta andaluza. Está bien, se evitan los atascos del centro de Madrid pero también se da una enorme vuelta por los pueblos periféricos que naturalmente no atraviesa la autovía pero que se ven aquí y allí rodeados de núcleos de colmenas de ladrillo que han brotado por todo el monte bajo que tiene de telón de fondo la Sierra de Guadarrama.
Madrid ha crecido desmesuradamente en su periferia, no sé si esto es bueno o malo, crea más puestos de trabajo o no en esas ciudades artificiales de la diversión, las macro superficies del consumo, las pistas de nieve artificial, los campos de golf y otras cosas que desconozco. Lo que sí sé es que ya no forma parte de mi pequeño mundo con el que durante muchos años me sentí identificado y que ahora no me dice nada ciertamente porque ya no formo parte de él. Todo me resulta ajeno y casi desconocido y si alguna vez conduzco de noche por esas autovías pierdo por completo el vínculo que presumiblemente debería hacerme familiar el territorio que piso y tengo la sensación de estar en un lugar indefinido que podría ubicarse en Francia, Alemania, Italia, en cualquier parte.
Hemos decidido salir hacia Andalucía el domingo por la mañana, de esa forma el tráfico es mínimo y se circula con soltura, hace un día soleado, frío y el coche rueda alegre por los diversos tramos de autovía y autopista que hay en las cercanías de Madrid. El paisaje es árido y triste, siempre lo ha sido pero ahora se le añade la barbaridad de esas horrendas ciudades dormitorio ahogadas en su propio confinamiento de pisos todos iguales, de miles de ventanas alineadas, cubículos individuales que no podrían estar más juntos, pesadillas de la especulación que encierra a las familias en un desmonte pelado y triste como si se tratara del penal más vigilado, como islas yermas en un océano de abrojos, cardos y malas hierbas que se multiplican hacia el horizonte desdibujado de un Madrid sucio por la contaminación.
A medida que nos alejamos el campo aunque austero recobra una cierta alegría, no parece tan enfermo, se abre en grandes extensiones de color pardo salpicadas de viñas y tierras de labranza. A partir de Puerto Lápice tenemos ya una sensación clara de ir hacia el sur, Valdepeñas, Santa Cruz de Mudela, Almuradiel, pasado el Puerto de Despeñaperros, Santa Elena, Las Navas de Tolosa, paramos en La Carolina a comer.
El restaurante Orellana Perdiz está en la misma autovía lo que hace que esté siempre muy concurrido, dispone de varios salones de mediano tamaño y nos sientan en uno de ellos en la única mesa disponible en ese momento, miro alrededor y la gente come y fuma entre plato y plato. Este asunto del fumar es algo que logra amargarme cualquier cosa que esté haciendo. Ya no me quedan energías para entrar en discusiones sobre los derechos de los fumadores y no fumadores, es evidente después de las leyes establecidas sobre esta faceta de la convivencia que los fumadores tienen muy claro que no van a pensar en el no fumador que tienen al lado haciendo uso de un cierto sentido común hacia los que sufren la agresividad del tabaco. Mientras que en algunos países hay un cierto respeto en España la gente sigue fumando su habano tan campante mientras el no fumador toma el primer plato, el segundo y el postre entre grandes vaharadas de puro o cigarrillos que engulle junto con sus alimentos.
Nos levantamos y el camarero nos dice que ese salón es de fumadores, que tienen otros dos para no fumadores y que tendremos que esperar un poco. Así lo hacemos y no pasa mucho tiempo para que nos den una mesa en el alivio de una atmósfera bastante limpia. Carol toma sopa de picadillo y carne con tomate, por mi parte un consomé y judías verdes. De nuevo en el coche disfrutamos de los campos andaluces y la belleza de la puesta de sol llegando ya anochecido a Carmona.
El parador que ocupa lo que fuera en el siglo XIV alcázar árabe del rey Don Pedro se sitúa en lo más alto del cerro que domina la vega del río Corbones, una espectacular vista que se puede disfrutar desde su amplia balconada. Dentro de su recinto amurallado el parador está rodeado de zonas ajardinadas, un patio interior con una preciosa fuente mudéjar, artesonados de azulejería sevillana, tapices y antigüedades así como un amplio refectorio habilitado como comedor.
Tomamos un oloroso acompañado de unas aceitunas en el bar y cenamos en la paz de una estancia casi vacía, salmorejo y alcauciles con jamón acompañado de una botella de Barbadillo. Al fondo se aprecia el tenue bisbiseo de un par de parejas de ingleses y enfrente de nosotros un grupo de japoneses cenan en el silencio más profundo cada uno perdido en sus propios pensamientos.
La luz de la mañana nos hace levantarnos para abrir de par en par la ventana al valle que se abre en todas direcciones desde la elevada meseta en la que se sitúa la vieja Carmona. Hoy, como ocurre en casi todas las ciudades y pueblos se conserva una zona antigua en la que la gente convive con la historia entre calles estrechas difíciles para la vida actual y otra moderna en la periferia donde el ordenamiento urbano está pensado para el tráfico, los desplazamientos rápidos y los servicios cada vez más necesarios para una población en constante crecimiento.
El término municipal de Carmona estuvo habitado hace al menos un millón de años, de la edad de Bronce y Hierro florecen nuevas comunidades étnicas, Tartesios que dominan todo el territorio y Fenicios, principalmente Tirios que fundan Cádiz para establecer el comercio por Andalucía siendo Carmona por su situación geográfica en el bajo Guadalquivir un lugar estratégico desde el cual se controlaban las rutas del comercio.
Los Cartagineses al mando de Amílcar Barca irrumpen en la Península Ibérica en el 237 antes de Cristo que inicia una etapa turbulenta que culminará en la II Guerra Púnica y la conquista romana. La romanización de toda Hispania supone un proceso lento de adaptación y transformación que afectará a toda la cultura, organización social, económica, religiosa y a la lengua.
La Puerta de Sevilla erigida por los cartagineses fue modificada por los romanos, la Puerta de Córdoba fue construida y reformada en tiempos de Augusto o Tiberio. Los vestigios romanos parecen ser difíciles de encontrar por haber sido muchas de las obras urbanas reutilizadas por los musulmanes.
Tras el desembarco de Tariq en el 711 la ciudad debió de seguir el ritmo de la historia de Al-Andalus, la élite hispano-visigoda es sustituida o asimilada por la estructura estatal islámica. Desde el siglo VIII hasta el fin del Califato de Córdoba Carmona llega a una islamización total de la población. En el 1091 penetran los Almorávides que acaban con los reinos de Taifas unificando el territorio de Al-Andalus pero al mismo tiempo el avance cristiano se traduce en incursiones militares que terminaría con la conquista cristiana en 1247.
Tras la toma de Carmona, Fernando III permitió a los musulmanes conservar sus propiedades y mantener sus residencias. Una mayoría de musulmanes queda sometida por una minoría de cristianos. Alfonso X renovó los fueros municipales de Carmona, a su muerte su situación estratégica le hizo ser objeto de las razzias de los benimerines, en medio de este clima agravado en 1348 por la peste negra se inaugura el reinado de Pedro I ( 1350 - 1369 ) que será positivo para Carmona. Muerto el rey Carmona soporta el asedio de Enrique de Trastámara hasta la capitulación de 1371.
El poder municipal es monopolizado de forma hereditaria por ciertos linajes, luchas políticas entre la monarquía y la nobleza, guerra civil a resultas de la cual es depuesto Enrique IV. El reinado de los Reyes Católicos traerá a los corregidores, funcionarios de la corona, que terminarán con la autonomía municipal. En esta etapa Carmona adquiere muchos de los rasgos de su fisonomía actual. Se establecen los barrios de Santa María, Santiago, San Salvador, San Blas, San Felipe y San Bartolomé intramuros. Y fuera de las murallas los de San Pedro del Arrabal y San Mateo del Arrabal.
El siglo XVI es el siglo de las grandes fundaciones monásticas y el XVII el de las grandes casas nobiliarias, la mayoría de estilo barroco. En la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX, Carmona alcanza cierto grado de industrialización, fábricas textiles, oleícolas, harineras, panificadoras, etc.
Salimos al exterior de las murallas del parador y vamos a dar un paseo por las calles que se entremezclan en un laberinto en el que nos topamos con la blanca fachada de la iglesia de San Blas, el Museo de la Ciudad que tiene su portalón de entrada en la esquina de un espléndido edificio barroco, el palacio de los Rueda y el del Marqués de las Torres, el Convento de la Concepción, de la Trinidad, las ventanas adornadas de estuco y maderas labradas, los patios interiores con naranjos, plantas y árboles de sombra, los ocres y blancos, los listelos azules y los azulejos multicolores.
En medio de la calle y mientras sacamos algunas fotos, dos monjas que caminan por la acera se paran a hablar con un joven, no puedo casi oír lo que dicen pero en un momento dado el muchacho ríe y les dice a las monjas—¡Hermanas, que estamos en el siglo veintiuno!— . Y ellas le miran calladas y sonríen.
Al mediodía enfilamos hacia Algeciras, a eso de las tres nos apartamos de la autovía en busca de una gasolinera anunciada, pasamos por debajo de un puentecillo y seguimos unos minutos por un camino estrecho hasta llegar a una pequeña gasolinera, una vez repostado vemos un poco más allá unos arbolillos bajo los cuales hay una pequeña venta o chiringuito, como tenemos hambre nos dirigimos allí y aparcamos al lado de algunos camiones que parecen ir y venir de una cantera cercana. Es una casita baja con dos bancos en la entrada y una parra polvorienta, sobre la puerta un cartelito "Venta San Francisco " el humilde local está provisto de una barra que atiende un chaval joven de gracejo andaluz, una pequeña cafetera y unas cuentas bolsas de patatas fritas apiladas contra una pared encalada de la que cuelgan por todo adorno unos cuantos chorizos blanquecinos, un par de salchichones y una paletilla de jamón a la que las repetidas incisiones del cuchillo han dejado el hueso al aire. Al fondo una habitación desnuda llena de mesas y sillas de formica en donde se sirven comidas.
En una esquina de la barra toman café dos obreros y a mi derecha un paisano metido en años sujeta un botellín de cerveza entre unas grandes y oscuras manos correosas por la edad y la intemperie. Preguntamos si podemos comer algo y se nos dice que ya terminaron de servir comidas pero que nos pueden poner una tapa de pollo guisado con patatas fritas y una ensalada. A lo ofrecido se añaden unas cervezas con aceitunas aliñadas de la región, pan y dos tenedores con los que damos cuenta del sabroso plato mientras tratamos de entender la animada conversación de los dos obreros que hablan con un profundo acento andaluz.
Continuamos hacia Algeciras sorprendidos por la belleza del campo, el verdor, los árboles, el paisaje idílico que ya cerca de Algeciras se trasforma en un bosque casi impenetrable de molinos eólicos, aerogeneradores, aerobombas o como quiera que se les llame a esta pesadilla que hubiera podido padecer Don Alonso Quijano en el duermevela de las armas y que parecen representar el epítome de las energías limpias, la estética, el famoso " crecimiento sostenible " y en definitiva el buen rollito. No puedo opinar sobre la eficiencia de estos estafermos alados, ni si es el futuro o la respuesta al calentamiento global y la alianza de las civilizaciones, lo único que puedo decir es que a mi me parecen una pesadilla que me corta el resuello.
Y llegamos a Algeciras que se sitúa en el interior de una amplia bahía con el río Palmones que la separa del municipio de Los Barrios al norte y el Arroyo del Pilar del municipio de Tarifa al sur. El frente marítimo está en contacto con las aguas de la Bahía de Algeciras y las del Estrecho de Gibraltar. Está estratégicamente situada en sus comunicaciones con África estando a un paso de Tánger, formando parte del campo de Gibraltar y siendo la mayor zona industrial de Andalucía con el puerto y tráfico de contenedores.
Entramos en la ciudad dirigiéndonos al hotel Reina María Cristina que se abrió en 1901 por el señor Alexander Henderson un inglés que realizó la construcción del ferrocarril de Bobadilla a Algeciras encargado por el gobierno español. El hotel, señorial, agradable, con grandes jardines salpicados de palmeras fue desde su comienzo posada para aristócratas españoles e ingleses y personalidades internacionales. Durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial el hotel estuvo abierto sirviendo de hospedaje a muchos espías alemanes e italianos que controlaban el movimiento de buques en el Estrecho.
Nos vamos a cenar al barrio de Palmones en El Saladillo al restaurante "El Copo" donde tienen una estupenda sala para no fumadores que disfrutamos como únicos clientes. Tomamos unas tortillitas de camarones y gambas blancas de Huelva y de segundo fritura de pescado con ensalada de pimientos rojos, para beber una botella de Barbadillo bien frío.
Ya de vuelta en el hotel y en la cama pensando en los espías que ocuparon estas mismas habitaciones en la Segunda Guerra Mundial me las tengo que ver con un impertinente mosquito que me hace la vida imposible, me levanto varias veces pero no consigo dar con él, sin embargo al poco de apagar la luz me ataca de nuevo como si se tratara de un Spitfire inglés, me tapo con la sábana hasta que tengo que emerger por falta de aire y ahí está de nuevo esperándome seguramente regocijándose de no dejarme dormir.
Por la mañana vamos a ver Gibraltar. Aquí quedaría bonito escribir algo sobre el Tratado de Utrecht de 1713 que reconocía la posesión británica del peñón e incluso se podría argumentar hasta caer en un profundo sopor sobre los tiras y aflojas de los gobiernos español y británico y luego cantar eso de "Gibraltar, Gibraltar, avanzada del pueblo español…" pero el caso es que no parece tener mucho sentido cuando por parte de los españoles el concepto de patria se ha diluido tanto que hasta queda mal fotografiarse cerca de la bandera y nadie piensa más que en la independencia de su pueblo. De todas formas me hago la siguiente reflexión: ¿ Qué pasaría si el caso fuera al revés? ¿ Si fuera España la que sostuviese un territorio en suelo británico, esgrimiendo todas las armas legales, en alguna de esas islas cercanas o en la misma costa inglesa? Sí, yo también pienso lo mismo: nos habrían echado a patadas hace ya tiempo, con derecho o sin él.
Al pasar los controles británicos y comenzar a andar hacia el centro urbano pasando por el cemento de la pista de aterrizaje porque el territorio no da para más, el tráfico, la contaminación, la suciedad y los pingos colgando de casuchas que se desmoronan son la tónica dominante. Llegamos a la calle principal en donde todo son tiendas libres de impuestos, digo yo, antes al menos se llamaban así, tabaco, perfumes, cámaras fotográficas, relojes, joyas, chocolates ingleses…mucha gente subiendo y bajando por la calle que constituye la arteria principal que desemboca en una plaza con algún restaurante, cafés y bares. Los llanitos, como se autodenominan en el Peñón, se dividen entre los que son bilingües y los que no parecen poder explicarse ni en inglés ni en español, que da la sensación de ser la mayoría, y te sueltan una jerigonza compuesta de un chapurreado que incluye dos palabras inglesas y tres españolas, eso sí, con vigoroso acento andaluz. Y por supuesto están profundamente orgullosos de pertenecer al Reino Unido.
Naturalmente pasa poco tiempo sin que seamos asaltados por el propietario de una furgoneta que nos fija un precio para llevarnos de hito en hito subiendo y bajando por la estrecha carretera que sube a lo más alto de la roca. Es una gran idea porque de otro modo no hay forma de hacer la visita, nuestro amable conductor y guía es uno de los que pertenecen a la escala bilingüe y opta por hablarnos en inglés desde que comenzamos la excursión.
Merece mucho la pena, además de saludar a los monos que mordisquean frutas indolentemente a lo largo de las paradas, de dar una vuelta por los túneles que otrora sirvieran a los soldados para sostener sus posiciones y echar un vistazo a las estalactitas, podemos recrearnos en la magnífica contemplación del estrecho, la geografía estratégica de la zona, la entrada de los barcos, la anchurosa vista del mar, el campo de Gibraltar y la cercanía del Atlas sobre la costa africana, las brillantes aguas azules y el deslumbrante sol que desborda de luz el horizonte en todas direcciones.
Los ingleses, que tienen la enorme y rara virtud de hacerse importantes en el mundo entero sin comprometerse nunca a nada, aceptan la moneda europea pero las máquinas te devuelven el cambio en libras, con lo que te dejan con un palmo de narices porque qué rayos vas a hacer con todas esas monedas sobrantes: comprar chocolates, galletas o lo que sea para gastarlo todo. Está claro.
Dejamos Gibraltar con el pleno convencimiento de que una visita en la vida es más que suficiente y que por nuestra parte se pueden quedar el peñón hasta el ocaso de las civilizaciones o el día del Juicio Final por la tarde. Que les aproveche.
Salimos hacia San Roque y decidimos seguir a Zahara de los Atunes, paramos en un pinar solitario cerca del mar y nos comemos las sobras de la fritura de pescado que casi no tocamos la noche anterior, chopitos, acedías, pescadillas, boquerones, salmonetes con un par de cervezas, hace una tarde soleada y se oye el rumor del mar y la suave brisa nos trae el perfume de los pinos. Mientras comemos en silencio un escarabajo pelotero empuja su bola con gran resolución salvando todos los accidentes del terreno, de vez en cuando se para, retrocede, se pone de nuevo en movimiento. Prolongamos un poco más la estancia después de comer acariciados por el sol y nos ponemos de nuevo en marcha, al salir al camino vuelvo la vista y allí sigue el escarabajo yendo de un lado para el otro empujando su pelota.

De camino a Zahara de los Atunes los molinos eólicos generadores de electricidad brotan como hongos después de la lluvia, están por todos lados, rompen el paisaje con sus aspas sin que puedas descansar la vista en los montes o el mar. Supongo yo que el precioso nombre de Zahara de los Atunes tendrán que cambiarlo en breve por Zahara de los Molinos o Zahara de los Eólicos, porque atunes ya quedan desgraciadamente muy pocos y los que quedan caen en manos de los Japoneses que son artistas consumados en eso de esquilmar el mar.
El pueblo de Zahara de los Atunes está creciendo a ojos vista, de momento parecen tener en consideración las alturas aunque las nuevas avenidas, los hoteles, las piscinas han dado ya al traste con lo que era aquél pueblecito casi olvidado en la extensa playa frente al mar y el levante del estrecho. Puede que la construcción se frene ahora que se ha hundido el imperio del ladrillo y de un respiro a una de las últimas zonas de España que quedaban en su estado natural o al menos se ralentice durante algunos años más la inexorable expansión.
Decidimos al final irnos a Mazagón para lo cual tenemos que volver a subir hacia Sevilla para luego bajar a Huelva, el sol se oculta en el horizonte dejando una gran mancha roja sobre el cielo que nos acompaña hasta que ya de noche llegamos al parador de Mazagón.
Allí nos vamos a quedar unos días haciendo pequeñas salidas a Almonte, El Rocío, Palos, La Rábida y algún paseo en la periferia de Doñana. El resto del tiempo descanso y lecturas. Hay mucha tranquilidad, sol y la playa desierta enfrente de nosotros recibiendo la marea en la que los chorlitejos patinegros y las gaviotas corretean y se zambullen en su incesante ir y venir entre la arena y el agua.
San Francisco
25.01.09
J. L. Medina

DOS DÍAS EN LA RIOJA.


No nos hemos levantado temprano, además remoloneando y dejando el tiempo pasar mientras tomamos café se nos ha ido casi la mañana. En consecuencia salimos hacia La Rioja más allá de las once, poca cosa que llevar: un par de mudas, un libro para llenar huecos, el equipo fotográfico y algo de abrigo y lluvia.
Hace unos tres años que no subimos a por vino. Nuestros viajes suelen ser rápidos, de un par de días, damos una vuelta, fijamos de nuevo el paisaje en nuestras mentes, tomamos unos cosecheros con pimientos rellenos, nos informamos si los antiguos amigos siguen bien, compramos vino y nos volvemos.
Ir a La Rioja ha sido una constante en nuestras vidas desde principios de los años setenta cuando comenzamos a descubrir los restos prehistóricos riojanos en esas tierras ondulantes cubiertas de viñas, de pueblos salpicados entre la bruma del valle de la que sobresalen castillos, iglesias-fortaleza, recintos medievales fortificados, el característico románico riojano de Logroño, de Santo Domingo de la Calzada y el Camino de Santiago, de la Sonsierra y la comarca del río Tirón, de San Millán de la Cogolla y el Valle del Najerilla, sierras blanquecinas de lascas oblicuas de piedra afilada como inmensas cuchillas y nieve en un horizonte de montañas circundantes que reflejan la luz plateada de sus cumbres sobre el milagro de los racimos prietos ocultos entre el fuego de sus hojas rojas y amarillas.
Entonces aprendimos aquello de que " En La Rioja no hay tranvía - tampoco tenemos metro - pero tenemos un vino - que resucita a los muertos ". Esto que mi padre cantaba cuando yo era pequeño pude comprobarlo después y brindar a su memoria desde cualquiera de las innumerables bodegas algunas de las cuales visitamos poco a poco, en diferentes viajes en los que nos fuimos familiarizando con términos como " cosechero " " crianza " " reserva " añadiendo a nuestro vocabulario conceptos como " maceración carbónica " o " crianza biológica " en la que los vinos tras el frío invierno y la fermentación alcohólica se cubren de un velo o " flor " de color blanquecino, una pátina, un manto producido por las levaduras.
Hace un día destemplado, con rachas fuertes de viento que se incrementan al pasar por Somosierra, mucho tráfico, el carril derecho ocupado casi por entero por camiones que no bajan de los cien o ciento diez kilómetros por hora. Chaparrones intermitentes que van aumentando conforme nos acercamos a Burgos.
Paramos en el Tudanca, después de llenar el depósito desayunamos un bocadillo de tortilla española, la barra está vacía así como la tienda con los quesos, lomos embuchados, chorizos, lomo frito en aceite en botes de cristal, piernas de cordero asado en embases al vacío listas para comer, galletas, magdalenas y pastas confeccionadas por las monjas de varios conventos de la zona. No es época de excursiones, es un día de trabajo al principio de la semana con mal tiempo.
Volvemos a la carretera, una hora después nos desviamos a la derecha de Burgos para coger la autopista de peaje hacia Vitoria, a la izquierda queda la aglomeración del ladrillo anárquico extendido como un feo borrón a través del cual aún sobresalen tímidamente las dos torres grises con sus agujas caladas de la catedral gótica.
A la salida en Pancorbo enlazamos con la N-232 que ahora está muy mejorada y nos lleva con gran rapidez por Fonzaleche y Casalarreina hasta Haro desde donde seguimos un poquito más hasta Labastida. Son las tres y pico de la tarde cuando paramos bajo la lluvia en la puerta del restaurante Jatorena en cuyo sótano hace ya más de treinta años solíamos compartir con una multitud bulliciosa sus patatas con chorizo y las chuletas al sarmiento bien regado con un cosechero local.
El restaurante está casi vacío excepto por una familia con un bebé y un pequeño grupo cercano al televisor que entretiene la sobremesa tomando una copa. Pedimos menestra de verduras y chuletillas. A través de las ventanas la tarde se hace más gris, llueve con fuerza. Así que decidimos ir a buscar habitación al hostal de Ábalos y echarnos una siesta.
Ya anochecido y bajo la persistente lluvia que en algunos momentos se transforma en finos copos de nieve nos damos un paseo rápido por Haro, la plaza está vacía y sólo algunos grupos de hombres entran y salen de los bares en los que hay poca actividad y algún parroquiano toma un vino con los ojos puestos en el sempiterno partido de fútbol de la televisión.
Conducimos despacio hacia Laguardia, es la mañana del siguiente día, tenemos suerte de que se haya abierto algún claro y aunque el cielo permanece borrascoso no parece amenazar lluvia de momento. A nuestra izquierda la rocosa cordillera del Toloño a la que nos dirigimos subiendo al Balcón de la Rioja. La tierra de Castilla se extiende detrás de nosotros hasta el horizonte con todas sus poblaciones en un océano de viñas muchas de ellas rodeando los promontorios en los que se asientan viejas fortalezas y castillos, Elciego, Laguardia, Ábalos, Haro, San Vicente de la Sonsierra, Labastida, Briones, Anguciana, Samaniego, Casalareina, San Asensio, aprovechamos la parada en el Balcón de la Rioja para preparar nuestras cámaras y tomar algunas vistas del valle cubierto por una fina capa de neblina.
Al otro lado de Peñacerrada ya en Navarra el paisaje se cubre de hayedos, caen algunos copos de nieve, el otoño tardío ha dejado muchos árboles desprovistos de hojas pero aún las cámaras están dispuestas a impresionar los viejos troncos cubiertos de líquenes, el mullido suelo tapizado de hojas rojas, las fuentes de piedra cubiertas de verdín y finas capas de hielo que sellan el agua cristalina cuya transparencia deja ver ramas y hojas rojas y amarillas atrapadas.
Bajamos lentamente por la carretera hasta vislumbrar las primeras casas de fuerte sabor vasco-navarro, los caseríos entramados de vigas de roble y mampostería de piedra caliza o pizarrosa que guardan las distancias entre suaves colinas y estrechas carreteras que serpentean entre los hayedos.
Al cabo, volvemos sobre nuestros pasos cruzando de nuevo el Balcón de la Rioja para dirigirnos hacia San Vicente de la Sonsierra y más concretamente a un kilómetro entre Peciña y Ábalos donde se sitúa la Basílica de Santa María de la Piscina. Conocemos bien esta iglesia del románico riojano que hemos visitado en diversas ocasiones durante los últimos treinta años. Está situada en una colina desde la que se domina el Valle del Ebro, a su alrededor existe una necrópolis, un poblado con viviendas semirupestres y restos de fortificaciones y atalayas.
Parece ser que su fundación se debe al infante Don Ramiro Sánchez de Navarra que al volver de la Primera Cruzada se retiró al Monasterio de San Pedro de Cardeña donde otorgó testamento el 13 de Noviembre de 1110 ordenando fundar una iglesia que fue finalmente consagrada el 1 de Agosto de 1137 por Don Sancho de Funes obispo de Calahorra.
El templo consta de una sola nave, presbiterio y ábside; bóveda de medio cañón sobre arcos fajones y ábside con bóveda de horno. Junto a la iglesia hay una necrópolis con cuarenta y nueve tumbas labradas en la roca caliza de la ladera y cuatro al lado este de la iglesia cerca del ábside algunas de las cuales datan de la segunda mitad del siglo X. El poblamiento de la zona de la Sonsierra se remonta a tiempos prehistóricos como lo atestigua el dólmen de Peciña.
El día se vuelve desapacible, vamos a comer de nuevo al Jatorena en Labastida, en algunas zonas aún se está recogiendo la uva, a un lado y al otro de la serpenteante carretera las bodegas ofrecen a la vista sus grandes caserones de piedra y madera que dan prestancia y alcurnia a sus vinos. Sin embargo esta estética tradicional está cambiando y surgen como hongos las nuevas edificaciones de acero inoxidable que a mis ojos parecen cementerios de chatarra depositados en medio de un paisaje idílico de viñas y laderas ondulantes, módulos de cemento, cubos y construcciones bunker que según las modas arquitectónicas al uso quieren dar un aspecto " aéreo " a las bodegas.
Nos sentamos a comer unas patatas con chorizo y huevos fritos con ensalada, en este restaurante aún siguen con la tradición de dejar la cacerola bien llena con su cazo en el centro de la mesa para que te sirvas varias veces si tienes buen apetito, esta costumbre casera está cambiando y va desapareciendo en la mayor parte de las casas de comidas y muchos de estos negocios están derivando a una cocina moderna donde imperan las fruslerías de lo postmoderno.
La tarde se ha vuelto definitivamente gris, en la televisión el ministro de economía con su habitual aspecto somnoliento informa con aire monótono, atonal y cansado que se avecinan tiempos malos que puede que no sean tan malos pero que hay que esperar que serán malos.
Después de la siesta y antes de la cena salimos a recorrer el pueblo de Ábalos, hace frío y tenemos que abrigarnos bien, las calles con sus caserones de piedra tachonados de escudos heráldicos permanecen desiertas, sólo de vez en cuando se filtra a la calle la azulada luz y la estridencia de un televisor encendido en un pequeño bar. Andamos hasta la iglesia parroquial de San Esteban sobre los pasos de los hombres de Alfonso I, rey de Asturias, que recorrieron la ribera del Ebro en el año 740, de Ruí López de Dábalos a quien Carlos III de Navarra concedió en 1397 el pueblo con todos sus terrenos y derechos. Ábalos era una aldea de San Vicente de la Sonsierra tutelada por diferentes linajes hasta recaer en Juan Hurtado de Velasco, Conde de Castilnovo, quien autorizó en 1653 la separación de la localidad de San Vicente previo pago de 449.800 maravedíes. En 1727 el señorío fue puesto en pública subasta siendo adjudicado a los vecinos que pujaron hasta los 53.500 maravedíes y desde entonces Ábalos es villa independiente.
La plaza de la iglesia está desierta, la luna pálida y fría cruza entre dos calles y se oculta entre nubes que difuminan su pálida luz sobre las huertas y las viñas. Dos vecinos se cruzan y sus voces reverberan en las paredes de la plaza y la iglesia que está suavemente iluminada y muestra su torre barroca y el pórtico donde destaca la imagen de la Virgen con ornamentación en forma de trébol.
Nos levantamos con intensa lluvia, desayunamos y vamos a comprar algunas cajas de vino cosechero y crianza. Como el día no está para paseos nos dirigimos a Haro para comprar algunas conservas y yo tengo interés en unas zapatillas de las de toda la vida, las que usaban nuestros padres y nuestros abuelos y que ahora sólo se encuentran en tienditas olvidadas que están a punto de cerrar porque las grandes superficies del consumo inundan el mercado con el todo a cien de las zapatillas chinas. Horribles zapatillas porque no suelen ser más que dos trozos de plástico o algo indefinible entre el alquitrán y el cartón.
De todo esto hablamos con una señora de mediana edad que aún lucha en su pequeña tienda de zapatos bajo los soportales de Haro, muy nerviosa, nos explica con gran detalle el calvario de abrir la tienda cada día para lograr unas magras ventas que hacen casi insostenible el mantener el negocio abierto.
Las pequeñas industrias – nos dice – casi siempre de tipo familiar que tradicionalmente vivían del mercado local y regional van sucumbiendo ante un mercado con el que no pueden competir, el mundo se inunda de productos baratos de inferior calidad que los hechos casi artesanalmente en la zona pero que imponen su ley de mercado. Al final la tan cacareada globalización no es buena nada más que para las grandes empresas y los especuladores.
Me quedo muy contento con las zapatillas que me ofrece y mientras le pagamos echo una mirada nostálgica en derredor, las cajas de cartón apiladas, las estanterías de madera con su escalerita móvil, la mesa camilla en un rincón desde donde nos llega una música suave de un transistor que alegra las horas de esta buena señora que representa a otra capa de una sociedad que se desvanece, se extingue silenciosamente porque los tiempos siempre cambiantes dan al traste con todo, reemplazan lo bueno y lo malo por algo nuevo que arrincona los viejos usos, a las cosas y las personas.
Sigue lloviendo, decidimos irnos porque no se puede callejear, enfilamos por la autopista y paramos brevemente en Briviesca para seguir de vuelta a Madrid, empeora más el tiempo. Por la carretera entre ráfagas de lluvia y viento pienso con nostalgia en otros días del pasado, hace treinta años, disfrutados en esa parte de España, La Rioja, tan entrañable, amable y acogedora. Supongo que ahora sigue siendo así, pero yo ya no la veo con los mismos ojos, al menos en este último viaje.
J. L. Medina
San Francisco
26.12.08

POR LOS PARQUES NACIONALES.


POR LOS PARQUES NACIONALES QUE ATRAVIESA EL RIO COLORADO.

SALT LAKE CITY
La llegada a Salt Lake City viajando desde San Francisco se hace sorprendentemente corta, sólo hora y media de avión que se pasa en tomarte la bebida que te ofrecen y asomarte un par de veces por la ventanilla.
Salt Lake City desde el aire es poco prometedor, llanuras blanquecinas presididas por el omnipresente lago que es todo cuanto abarca la vista hasta que se toma tierra y el ojo va acostumbrándose a dimensiones más pequeñas y concretas que te sitúan y orientan en una naturaleza que se extiende mucho más allá de lo que la vista puede abarcar.
Recogemos un automóvil de alquiler en cuestión de minutos y nos ponemos a la tarea de cubrir la distancia de cuatro horas que nos separan de Moab en donde pasaremos dos noches para ver el primero de los parques nacionales el Arches National Park.
Hace calor y el camino se hace monótono, paramos a por agua y gasolina y notamos que en todos los pueblos por los que pasamos hay puestos de melones, sandias y cantalupos que son esos melones pequeños de corteza rugosa y pulpa anaranjada. Compramos un par de ellos.
Llegamos a Moab ocultándose el sol y seguimos dentro del parque a nuestro alojamiento en el Red Cliffs Lodge a catorce millas de Moab junto al río Colorado, las últimas luces del atardecer arrancan de esos magníficos acantilados de piedra una intensa luz rojiza que se derrama por el valle y las aguas del río. Aquí se han rodado innumerables películas del oeste como La Diligencia o Río Grande con John Wayne.
25.09.08
ARCHES NATIONAL PARK
Por la mañana y mientras tomamos café nos asomamos al río que discurre suave a pocos metros de nuestra habitación, por sus aguas bajan de vez en cuando grupos de botes neumáticos que más adelante se encontrarán con zonas de rápidos y aguas algo turbulentas que harán las delicias de todos éstos deportistas.
Ya en el Arches National Park me encuentro con el ofrecimiento agridulce del ranger encargado de cobrar la entrada de una tarjeta por ser mayor de sesenta y dos años que me permite a mí y a mi acompañante el poder disfrutar gratuitamente de por vida de todos los parques nacionales del país. Le quedo muy agradecido por ser portavoz y ejecutor de esta noticia feliz pero me voy junto a Carol hacia el centro informativo algo cabizbajo y pensativo.
Además de los numerosos arcos de piedra el parque ofrece una extensa gama de moles de roca en posiciones de equilibrio, pináculos, dunas petrificadas y formaciones de roca en las formas más imaginativas que se puedan pensar. Ocupamos el día entero en recorrerlo, hace un intenso calor pero al ser seco se soporta muy bien, descansamos de vez en cuando a la sombra de un arco o una oquedad entre las rocas y es sorprendente la brisa fresca que corre y lo bien que se está en cuanto no estás directamente en contacto con el sol.
Hace unos diez mil años, al final de la última glaciación comenzaron a llegar a esta zona cazadores y recolectores que encontraron algunos yacimientos de cuarzo, calcedonia y otras sílices con las que fabricar puntas de lanza, raspadores y cuchillos, y para confirmarlo aún están presentes los montones de detritus que dejaron. Mucho más reciente, hace unos dos mil años, los cazadores y recolectores comenzaron a cultiva maíz, alubias y calabazas y constituyeron las primeras tribus Pueblo que están presentes en el Parque Nacional de Mesa Verde.
Según fueron desplazándose de la zona otros pueblos se fueron estableciendo como los shoshones, con tribus como los Utes y Paiutes que contactaron por primera vez con los europeos en 1776. Algunos petroglifos cerca del rancho Wolfe muestran gentes a caballo, y no fueron otros que los españoles los que introdujeron éstos animales adoptados rápidamente por los Utes.
Después de la conquista de Méjico los españoles reclamaron casi todas las tierras de lo que hoy es el oeste americano, quitando algunas expediciones comerciales todo el área se dejó sin explorar por los españoles hasta finales de 1700 cuando se dieron cuenta de la amenaza que suponían los intereses coloniales de rusos e ingleses en la zona. Los primeros exploradores españoles determinaron que no era posible cruzar el río Tizón, hoy Colorado, en la zona del Gran Cañón, así que enviaron expediciones hacia el norte para abrir una ruta desde Santa fe a California y así evitar el territorio hostil de los cañones, esas rutas formaron parte de los viejos caminos españoles a través de esta parte de Utah.
En 1765, Juan María Antonio Rivera exploró esta parte del suroeste para tratar de localizar el lugar por donde los indios cruzaban el río Colorado, Rivera, acompañado de guías indios y un grupo de españoles viajaron al norte desde Abiquiu, Nuevo Méjico, a través del sur de Colorado a lo largo de caminos abiertos por anteriores expediciones de españoles y utes. Cruzaron hacia territorio desconocido cerca de lo que hoy son las comunidades de Monticello y Moab en el estado de Utah.
Al parecer el grupo de Rivera llegó a las márgenes del río Colorado a través del Valle Español o el Valle del Castillo, advertidos de que había grupos hostiles al otro lado del río decidieron no cruzarlo pero encontraron la ruta de los indios que posteriormente fue usada como parte de la antigua senda española. Esta senda era una ruta para caballos y burros que conectaba Santa Fe con California, a partir de 1829 cobró gran importancia al conectar Santa Fe con las misiones del sur de California.
En 1898 un veterano de la guerra civil John Wesley Wolfe y su hijo Fred se establecieron en el parque durante diez años, aún está en pie la segunda cabaña que construyeron en 1906, la primera se la llevó una riada, encontraron suficiente agua y pastos para sobrevivir, tener algún ganado y cultivar una pequeña huerta. Desde los ojos con los que hoy contemplamos el mundo se hace difícil pensar que aquellas gentes pudieran sobrevivir en un territorio tan primitivo y hostil.
Ya atardecido damos por terminada la visita y volvemos a Moab, no hemos comido en todo el día excepto unos trozos de melón y una taza de café por la mañana y estamos cansados de un largo día de sol. Moab es una pequeña ciudad, limpia y cuidada que se dedica por entero al turismo, las típicas tiendas baratas de camisetas y objetos inútiles y otras de más prestigio pero igualmente inútiles, objetos de cristal, jarrones, cuadros con vistas rojizas de los cañones, joyas y brazaletes indios, perfumes, inciensos…
Aparcamos y andamos por la acera principal tratando de buscar un buen sitio donde animar el cuerpo algo decaído por tantas horas sin probar bocado. La oferta de restaurantes es parecida a la de las tiendas, por un lado la típica comida basura, hamburguesas, pizzas, pollo frito y por el otro algunos restaurantes que intentan ofrecer platos más modernos presentando pequeñas porciones con adornos de hierbas en una inmensa fuente en la que no faltan los espárragos, el brócoli o las patatas cocidas " al dente " cosa esta última que me cuesta entender y que en ningún caso son santos de mi devoción.
Recorridas varias manzanas sin encontrar lo que buscamos, comenzamos a sentirnos incómodos cuando Carol sugiere la idea de un restaurante mejicano un par de calles más allá. Emprendemos la marcha y estamos a punto de pensar que no somos capaces de encontrarlo cuando lo descubrimos detrás de una gasolinera.
Perfecto, el lugar no podía ser mejor, además de charlar en español con los camareros, nos traen un par de negras Modelo en vasos muy fríos, una ración de guacamole y los consabidos totopos con salsa. Elegimos chile verde para Carol y camarones al mojo de ajo para mí, regando todo con otras dos cervezas en total cuatro " chelas " como dicen ellos.
26.09.08
CANYONLANDS NATIONAL PARK
Hoy vamos hacia otro parque, Canyonlands en el que el Colorado y sus tributarios han dejado por efecto de la erosión incontables cañones, mesas y acantilados. Forma parte de la misma ruta del Gran Cañón aunque este queda a más de trescientos kilómetros de aquí, pero las tierras son las mismas, ricas en hierro y manganeso que le dan esa coloración rojiza tan especial.
Hace mucho calor, en esta zona hay pocos turistas, sólo de vez en cuando vemos algún coche, paramos en uno de los acantilados y nos refrescamos comiéndonos medio melón ayudados con un calzador de zapatos, único utensilio de que disponemos pero que resulta muy práctico y cómodo como cuchillo y cuchara improvisados.
Llegamos al Dead Horse Point que recibe ese nombre por haber sido usado como un corral natural por los ladrones de caballos del siglo diecinueve, al parecer la idea no fue buena porque el calor, la falta de agua y forraje y las condiciones especiales del desierto mataban a la mayoría de los caballos. Por otro lado también nos enteramos que esta zona fue filmada en 1991 para la película Thelma and Louise.
Al atardecer, ya casi de noche, llegamos a Capitol Reef National Park en Torrey - Utah en donde nos alojamos al borde de la carretera en una colina, esta población cuenta con ciento veinte habitantes. Esta zona fue una de las favoritas en las novelas de Zane Grey, otros visitantes famosos fueron Butch Cassidy, John Wesley Powell, Wallace Stagner o Maynard Dixon. Después de aparcar y llevar las maletas al motel, me quedo un rato en la oscuridad de la noche mirando el cielo y escuchando el ruido un poco a lata pero entrañable que viene de una colina cercana, es viernes noche y me imagino a los jóvenes del lugar reunidos alrededor de una banda bailando con sus novias o tratando de ligar entre los escasos ciento veinte miembros que constituyen la población de este sitio perdido en el medio de la nada.
27.09.08 - 28.09.08
CAPITOL REEF NATIONAL PARK - FRUITA - BRYCE CANYON
Por la mañana retrocedemos un poco para entrar en un profundo cañón en el Capitol Reef National Park, el tiempo está inestable y se oyen truenos cayendo algunas gotas. Contemplamos algunos petroglifos de escenas de caza y la inscripción en la desnuda pared de los nombres de un grupo en mil novecientos once.
De vuelta hacia Torrey hay un pequeño valle llamado Fruita en donde los mormones lograron asentarse debido a las buenas condiciones de vida, cultivo de frutas y terreno fértil. Ahora forma parte del parque nacional y es un oasis encantador en el que se puede parar a tomar un bocado, relajarse bajo la brisa propiciada por la sombra de sus árboles y descansar la vista de tanta roca y tanto terreno sinuoso y quebrado.
Continuamos hacia Bryce Canyon, hacemos innumerables paradas para asomarnos a los múltiples balcones que se abren a los siempre diferentes cañones que parecen no tener fin, las extensiones van mucho más allá de lo que puede abarcar la vista, el día que ha comenzado radiante va tornándose frío con la aproximación de tres o cuatro tormentas que desde diferentes puntos van convergiendo en las proximidades del Bryce Canyon. Hacia las cuatro de la tarde descarga con fuerza y la temperatura baja bruscamente de tal modo que me veo en la necesidad de quedarme en el coche en alguna parada debido a mi falta de previsión en tener a mano ropa de abrigo. Carol, al menos , tiene una chaqueta y es menos friolera que yo.
Al atardecer recorremos los pocos kilómetros que nos separan del motel en donde después de organizarnos un poco, lavarnos y coger alguna otra prenda nos acercamos a un popular restaurante donde sirven cena de buffet.
Hoy han cambiado las cosas, la tranquilidad de estos días pasados se ha visto alterada de repente al llegar a esta zona que debe de ser un punto de encuentro turístico. En el restaurante se forman colas larguísimas de turistas franceses que no cesan de llegar en un goteo persistente de autocares. El euro está muy fuerte y media Europa considera que unas vacaciones en los Estados Unidos resultan más baratas que hacerlas en sus propios países. Por suerte el local es muy amplio, pensado para recibir oleadas de personas que no tardan en ir ocupando todas las salas, la disposición del buffet acelera el servicio y aunque los grupos numerosos de gente nos producen una sensación de pánico cenamos con bastante tranquilidad y sin sentirnos acosados en ningún momento.
29.09.08 - 30.09.08
BRYCE CANYON - ZION PARK
Por la mañana el tiempo está estable de nuevo, brilla el sol y comienza a hacer un calor muy agradable. Nos volvemos brevemente al Bryce Canyon para repasar algunos de los lugares que, sobre todo yo, no pude ver bien debido a la lluvia y el frío. Ahora los recorremos con tranquilidad.
Hay muchos lugares en la meseta del Colorado con el nombre de " Escalante ". Las ruinas de Escalante en el oeste de Colorado, la ciudad de Escalante en Utah, el río Escalante que discurre por la nueva población de Grand Staircase - Escalante National Monument.
Todos han sido nombrados a la memoria del padre Silvestre Vélez de Escalante, misionero franciscano y explorador que en 1776-77 junto a su superior Fray Francisco Atanasio Domínguez emprendieron una expedición a través de Colorado, Utah, Arizona y Nuevo Méjico en busca de una ruta por el norte desde Santa Fe a Monterey en California.
En 1775 Juan Bautista de Anza lideró una expedición desde el norte de Méjico a través del desierto de Sonora descubriendo un camino a Monterey en la costa de California. Ese mismo año el gobernador de Nuevo Méjico Pedro Mendinueta y Múzquiz pidió a Fray Francisco Atanasio Domínguez buscar una posible ruta a Monterey a través del desierto. La expedición estaba formada por catorce hombres que viajaron hacia el norte hasta el Gran Cañón donde encontraron indios hostiles y un desierto implacable, viajaron lo más recto posible hacia el oeste en busca de California.
El padre Escalante hizo una crónica de este viaje que ha quedado en la historia de las grandes hazañas españolas por el mundo durante casi trescientos años. El diario de Fray Silvestre Vélez de Escalante describe maravillosamente y con gran detalle el terreno árido y panorámico así como las costumbres y las cualidades de los indios que habitaban el territorio. Llegaron tan al norte como Utah y Provo para volver al sur. La aproximación del invierno, la falta de alimentos y los incidentes acaecidos en los laberínticos cañones les hicieron volver a Santa Fe a través de los pueblos Hopi.
La expedición había viajado durante seis meses y medio bajo privaciones y sufrimientos que recordarían siempre. Nunca estuvieron cercanos a California y en su lugar describieron un círculo de unos tres mil kilómetros a través del desierto y las montañas del oeste. Sin embargo la expedición no resultó ser un fracaso porque por fin había sido explorado el interior. El diario del padre Escalante y los mapas del capitán Don Bernardo Miera y Pacheco fueron de gran valor para quienes les siguieron abriendo la vieja senda española cuarenta años más tarde entre Santa Fe y California.
Llegamos al Zion National Park, último de los parques que estamos visitando, en 1909 se nombró al parque como Mukuntuweap National Monument pero al parecer este nombre no gustaba a la gente de la zona y se cambió por Zion, antigua palabra hebrea que significa " lugar de refugio o santuario ". En él habitan casi trescientas especies de pájaros, unas setenta y cinco variedades de mamíferos, incluyendo murciélagos, treinta y dos de reptiles y numerosas plantas, yuca, junípero, coníferas, sauces, la fauna superior cuenta con ciervos, pumas, cabras, águilas y cóndores.
Los padres Silvestre Vélez de Escalante y Francisco Atanasio Domínguez pasaron muy cerca el 13 de octubre de 1776; en 1826 el trampero y comerciante Jedediah Smith estuvo al frente de una expedición de dieciseis hombres en busca de una ruta hacia California. Esta y otras expediciones de comerciantes de Nuevo Méjico hicieron conocida y frecuentada la vieja senda española que seguía una buena parte del río Virgin.
Hacia 1850 granjeros mormones de la zona de Salt Lake se establecieron en las márgenes del río Virgin con buenos pastos para el ganado y las ovejas y recursos de madera en los cañones cercanos. En 1869 la Powell Geographic Expedition realizó el primer viaje por el parque volviendo en 1872 y tomando las primeras fotos.
Hace un día de sol, caluroso, el parque está tan lleno que no se permite aparcar en su interior, llegamos andando hasta el centro de orientación de donde salen autobuses a diferentes puntos del parque, es un buen método porque de esta manera no hay coches molestos y los turistas se suben y se bajan donde les apetece, hacen marchas de mayor o menos tiempo o simplemente contemplan el paisaje desde los autobuses que están dando vueltas todo el día al parque.
Volvemos ya casi de noche al motel y vamos a cenar al único restaurante abierto que encontramos en la zona. La carta anuncia con mucho bombo las truchas únicas de los ríos de la zona y por la descripción casi podemos verlas en nuestra imaginación saltar sobre la espuma de los torrentes, inundando nuestras pupilas con las irisaciones de su piel de arco iris. Burda patraña. Sabemos muy bien, todo el mundo sabe, que las truchas son de piscifactoría, a no ser que las pesques tú mismo en el río. Pero es el signo de los tiempos. Y esto me hace recordar que en los años setenta nuestro amigo Bruce, biólogo marino, que por entonces trabajaba en un proyecto comercial sobre la Tilapia, nos llevó a contemplar estos peces y su reproducción y engorde a un alto edificio en Filadelfia. Yo me iba preguntando en el ascensor por el significado de todo aquello, no podía concebir la idea de los peces y el subir varias plantas en ascensor.
Pero enseguida y a través de las explicaciones de nuestro amigo pudimos Carol y yo enterarnos de que habíamos pasado a otra dimensión en la percepción y comprensión del mundo que se abría ante nuestros ojos. En varias plantas diáfanas se habían instalado piscinas en las que las Tilapias bullían en el agua en diferentes etapas de crecimiento. Por encima de los tanques unas cintas transportadoras iban distribuyendo el pienso en diferentes cangilones. Nuestro amigo nos explicó que todo estaba mecanizado incluyendo la temperatura del agua, turbidez, aporte de oxígeno, etc. En su momento el crecimiento de una tanda de peces les llevaba a ser trasvasados a otro tanque y así hasta que estaban listos para la comercialización.
En aquel momento aquello me pareció de ciencia ficción, un dislate, salí francamente cabreado. Treinta años después considerando el crecimiento exponencial de la población mundial, la contaminación del mar y los ríos, la especulación con los alimentos, y demás plagas que nos asolan, tiendo a pensar que dentro de lo que cabe aunque esos pescaditos sean insípidos posiblemente estén menos contaminados que sus hermanos de las aguas dulces y saladas.
Decidimos finalmente pedir trucha que nos sirven empanada con un arroz basmati y granos de maíz bastante insufrible. Mientras comemos recuerdo con nostalgia y comento a Carol aquella crónica que habla de nuestro emperador, ya recluido en Yuste, al que se le reconfortaba el estómago y el corazón cenando truchas cogidas en el Tiétar o alguno de sus afluentes rehogadas con gruesas lonchas de panceta, cosa que no ayudaría mucho a controlar la Gota del monarca. Pero que le quitasen lo bailao.
Nos vamos a dormir, mañana tenemos unas siete horas de camino ya en Idaho para pasado llegar a Boise, juntarnos con la familia y celebrar la boda de Joan y David.
08.10.08
San Francisco
J. L. Medina