Al salir de la zona internacional del aeropuerto de Santiago, los viajeros nos enfrentamos con una nube de taxistas que enarbolando tarjetas de plástico con sus fotos y un sello oficial, nos ofrecen sus servicios compitiendo entre ellos.
Sabemos por un viaje anterior que lo mas conveniente es ir hasta uno de los mostradores oficiales en donde tras pagar una tarifa fija te acompañan hasta el taxi que te llevará al centro de Santiago. El precio es de 10.000 pesos mas la consabida propina prácticamente exigida para cualquier cosa que quieras hacer.
Camino del hotel, voy pensando en el largo vuelo, primero de San Francisco a Los Ángeles y allí, cambiando a Lan Chile, trece horas con escala sobre las dos de la madrugada en el aeropuerto de Lima, en donde bajan oleadas de japoneses y suben peruanos con cara de ser hombres de negocios que van a Santiago para hacer sus gestiones.
Al descender en Lima pasamos por el puerto del Callao que tantas resonancias históricas tiene para los estudiosos de la historia de España o los aficionados a los relatos de viajes.
Me sorprendo pensando en lo poco que sé de la historia del Perú a excepción de las cuatro cosas tópicas que nos enseñaron en el colegio. Y sobre Chile poco mas o menos lo mismo, el recuerdo cuando era pequeño de unos murales de cerámica que había por los pueblos de un caballo y un hombre con sombrero de ala ancha y a cuyo pié se leía ¨ Nitrato de Chile¨, de las referencias apresuradas en el bachillerato a Alonso de Ercilla y su épica Araucana, en la que informaba al rey español mas poderoso del orbe de las luchas con los valientes indios, de su orgullo y su coraje defendiendo su querida tierra que se negaban a ceder a los intrusos conquistadores españoles.
Pero lo que mas nos acerca a muchos a Chile pertenece a la historia reciente, y son los tristes y dolorosos años en los que el pueblo chileno estuvo a punto de conquistar su libertad con el presidente Salvador Allende al frente, que fue asesinado en el palacio presidencial de la forma mas vil a manos del ejército chileno dirigido por la oligarquía chilena y el apoyo económico de empresas estadounidenses.
Pablo Neruda lo cuenta con gran precisión en unas breves páginas de sus memorias ¨ Confieso que he vivido. ¨
El centro de Santiago está cruzado de parte a parte por una ancha avenida llamada del Libertador General Bernardo O´Higgins. Nuestro taxi se añade al inmenso atasco que permanece constante durante toda la semana. Solamente los domingos toma un respiro ésta avenida y se puede circular con gran holgura.
Poco a poco vamos avanzando hacia nuestro hotel, la mayoría de los automóviles son viejos y los autobuses, aunque el taxista nos asegura que no son contaminantes, son unos trastos de color amarillo que van echando un espeso humo negro y compitiendo entre ellos porque, como nos informa el taxista, no tienen sueldo fijo y cobran una comisión por número de viajeros transportados.
A pesar de verlos hacer malabarismos, cruzarse entre ellos y hacer las maniobras mas arriesgadas, no hemos visto en los días pasados en Santiago, ningún accidente ni de coches ni de peatones.
Llegamos a nuestro hotel, Gran Palace, que es modesto, aún con ese nombre, pero limpio y adecuado porque está en el mismo centro.
Pasamos el día descansando y durmiendo y por la tarde salimos a cenar y tomar un poco el aire. Vamos a un restaurante llamado Azul Profundo, tiene una bonita decoración marinera y un ambiente acogedor, con mesitas pequeñas y una camareras simpáticas. Tomamos un ceviche compartido y luego pescado a la plancha y nos quedamos contentos pensando que éste es un país en donde hay mucho pescado y tendremos la suerte de comerlo fresco. Desgraciadamente no será así.
Al día siguiente paseamos por el centro buscando una oficina de Lan Chile para comprar unos billetes de avión desde Puerto Montt a Santiago, que es un tramo que aún tenemos pendiente para el regreso de nuestro viaje.
Las calles están llenas de gente, el tráfico incesante es respetuoso con las personas que cruzan los pasos cebra.
Nos han dicho que hay un café en la esquina y nos dirigimos a él. La cuestión del café es aquí un poco diferente que en otros sitios. Normalmente usan café en polvo que disuelven en agua caliente o leche, o mitad del uno y del otro.
Si quieres un café de máquina debes de ir a un café, como éste de la esquina en el que estamos entrando.
La barra del café es muy baja y detrás de ella el nivel es mucho mas alto, en el centro está la máquina de café que dirige, como si se tratase de una máquina del tiempo ó la maquinaria de un submarino, un individuo muy serio con traje y corbata. Alrededor hay tres o cuatro señoritas elegidas por sus tipos impresionantes, grandes senos, amplias caderas, piernas y muslos larguísimos, enfundadas en unos vestiditos mínimos que parecen que van a estallar al menor movimiento de éstas vestales chilenas.
Pido dos cafés pero uno voz por encima de los muslos que están a la altura de mis ojos, me dice que debo de pagar primero a la entrada del local.
Pago y vuelvo con mis recibos, pido dos cafés con leche y nos traen dos copitas de cristal con café, crema por encima y azúcar añadido. No es esto lo que queríamos pero, bueno, trataremos de ser mas precisos la próxima vez.
Pido a una de las bellezas una servilleta de papel y me contesta que no lo trabajan…le pregunto a mi vez que cómo se limpia la gente y me dirige una mirada seria y fría sin decir palabra. Tendré ocasión en días sucesivos de enfrentarme con éste tipo de mirada chilena.
En todos nuestros viajes, Carol y yo vamos siempre al mercado central como si se tratase del mejor museo de la ciudad. El mercado para nosotros es la medida del pulso social, donde ves como funciona la economía, donde encuentras los productos que da el país.
Cruzamos el rio Mapocho y alguien nos aconseja que comamos dentro del mercado. Efectivamente, gran parte del mercado está lleno de pequeños locales de comida en donde la gente come platos preparados en el momento detrás del mostrador. En el centro del mercado hay un restaurante que domina sobre todos los demás, se llama ¨ Donde Augusto¨.
Pero primero recorremos los puestos del mercado. Nos parecen un poco pobres, hay algunos pescados y mariscos como almejas y mejillones, pero poca variedad. Los puestos de verduras abundan en aguacates que aquí llaman palta y de frutillas que nosotros llamamos fresas. Hay también una especie de champiñones llamados digüenes y buenas patatas, papas aquí, que hemos comido en varias ocasiones y saben muy bien. Abundan los cortes de carne de res. Los chilenos, aunque viven en el mar y para el mar, Chile exporta pescado al mundo entero, son poco aficionados al pescado y gustan mas de los asados. Por otro lado nos dicen que el pescado es mas caro que la carne.
Otro de los platos favoritos es el pollo. Las frutas son muy abundantes y destacan los limones que están presentes en todas las comidas y de los que hacen un uso muy generoso.
Siempre llevo mi cámara a los mercados y me entusiasmo haciendo fotos de los productos, cuando estaba haciendo una foto de unas cacerolas apiladas entre sartenes y quincalla, veo que una señora sentado al fondo me hace el gesto con la mano de cortarme el cuello. Lo hace varias veces y me acerco a ella y le pregunto el porqué de su gesto.
Se acercan otros hombres y la señora me dice que mi cámara puede desaparecer. Uno de los hombres me dice que no les gusta que les hagan fotos, que eso lo hace la policía que merodea por el mercado.
En fín, nos vamos de allí y en lo sucesivo pido primero permiso a los dueños de los puestos para hacer una foto.
Comemos ¨ Donde Augusto ¨, que parece tener aquí el monopolio, la comida resulta agradable acompañada del Pebre, una salsa que siempre está en la mesa y que lleva tomate, cebolla y ají, pimiento verde bastante picante.
El Museo Chileno de Arte Precolombino es de una gran calidad, están todas las culturas de Mesoamérica y toda la cadena de los Andes, y también incluye Brasil, hay piezas exquisitas de cerámicas y telas.
Los museos Histórico Nacional y Colonial de San Francisco son buenas visitas para hacerse una mayor idea de las diferentes etapas de Chile. El museo de Artes Visuales nos dijo poco, los cuadros de chafarrinones han dejado de interesarme una vez vistos los primeros como novedad hace muchos años.
Nos llamaba la atención El Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Está en una antigua mansión tranquila con un bonito patio central, las pinturas y esculturas no nos dijeron nada, esperábamos que se centrarían mas en el proceso político de aquellos años. De todos modos en la parte baja del edificio hay abierta una exposición de fotografías de ese período y un recinto a la manera de un campo de concentración que expone los dibujos de Miguel Lawner en la isla Dawson donde fueron enviados muchos dirigentes de la Unidad Popular y donde permanecieron haciendo trabajos forzados y sufriendo todo tipo de vejaciones.
Fuimos a cenar a un restaurante llamado Las Vacas Gordas que es muy popular pero cuya comida nos resultó insulsa, cosa que sería la tónica general en adelante. Pero primero fuimos en taxi hasta el restaurante y a la sazón timados por el taxista que nos cobró diez veces mas que el precio real, al ver que éramos turistas. Todavía no teníamos una buena idea sobre el cambio a pesos ni la forma en que operan los taxis. No tenía mucha importancia, al cambio el timo fue de unos cinco dólares, pero esas son las cosas que estropean el turismo.
En otra ocasión fuimos a cenar a una marisquería llamada Ocean Pacific´s. El lugar es también popular, lo que nos dejó atónitos ya que la comida era un horror. Incomestible.
Salimos por la mañana del miércoles diez hacia Punta Arenas en un vuelo directo que fue muy agradable ya que el día estaba despejado y pudimos disfrutar de Los Andes en todo su esplendor.
Volcanes majestuosos, glaciares de múltiples avenidas, los campos de hielo del sur, eternos e impenetrables para el hombre,
y los fiordos, llamados Canales Patagónicos, donde íbamos a hacer una travesía hasta Puerto Montt.
Punta Arenas es una ciudad fronteriza, dura, sobria, ciudad aventurera en donde ha dejado huella el auge lanar en grandes mansiones del fin del siglo diecinueve.
Hacía frío aunque estábamos en Primavera, había borrasca y un viento helado que nos obligó a ponernos encima todo lo que llevábamos.
A la mañana siguiente fuimos a recoger un turismo que habíamos apalabrado en el Internet, se trataba de un pequeño alquiler de coches, alrededor estaban las grandes empresas de Hertz, Budget, etc., nos pareció mejor dar el negocio a alguien local en lugar de esos alquileres grandes.
Resultó muy bien, cuando llegamos acababan de pintar un pequeño local y parecía enteramente un negocio familiar, un joven de unos treinta años nos atendió y todo resultó sin problemas hasta devolver el automóvil en Puerto Natales a un hermano suyo.
Justo enfrente está el Museo Naval y Marítimo, pequeño pero bien organizado y con interés, nos enteramos, entre otras cosas, del rescate de Shackleton por una misión chilena, de la visita de veintisiete barcos de guerra estadounidenses en mil novecientos ocho y las fiesta locales que tuvieron lugar, suponemos que algo de intimidación estaría incluida también en el programa, también aprendimos el nombre de Juan Ladrillero, uno de tantos españoles que dejo su apellido en éstas tierras australes dando nombre a muchos lugares, navegando en un barco de vela por las aguas embravecidas y heladas del Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos.
Hablamos con el que suponemos es el director del museo, y nos enseñó una maqueta y fotos del carguero de la empresa Navimag en la que íbamos a cruzar los Canales Patagónicos.
Visitamos también el Museo Regional Salesiano en donde se puede seguir la labor de colonización de la orden, de sus escuelas y ayuda a la población.
El Palacio Mauricio Braun muestra la opulencia de la familia Braun Menéndez, que se enriqueció con la ganadería ovina a finales del siglo diecinueve.
El día siguiente amaneció bastante despejado y nos fuimos a visitar Puerto Hambre. En pleno Estrecho de Magallanes, en una pequeña explanada de hierba quedan algunas piedras que conformaron una pequeña capilla que fue lo primero que construyeron los españoles al llegar.
Una placa de piedra dice lo siguiente,
AL INSIGNE NAVEGANTE PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA GOBERNADOR Y CAPITAN GENERAL DEL ESTRECHO QUE EL VEINTICINCO DE MARZO DE MIL QUINIENTOS OCHENTA Y CUATRO FUNDO AQUÍ LA CIUDAD DEL REY DON FELIPE.
A LOS INFORTUNADOS ESPAÑOLES QUE SUFRIERON Y PERECIERON EN EL PRIMER INTENTO DE COLONIZACION DE ESTAS TIERRAS.
HOMENAJE DEL CENTRO GALLEGO DE PUNTA ARENAS 1961.
Muy cerca está el Fuerte Bulnes, en una pequeña colina que abarca las inmensidades patagónicas. Al no reunir condiciones de habitabilidad se abandonó y se situó unos kilómetros mas allá dando nacimiento a la ciudad de Punta Arenas.
Justo enfrente, está la isla Dawson donde, como ya dije anteriormente, estuvieron recluidos haciendo trabajos forzados miembros del gobierno del frente popular de Salvador Allende.
Por la noche vuelve a arreciar el temporal lloviendo con fuerza. En éstas regiones el tiempo cambia con gran rapidez y el viento enfría rápidamente el calor de unas horas de sol.
Vamos a cenar a un restaurante que está lleno de gente y da la sensación de poder ser agradable. Tenemos que esperar un buen rato para sentarnos. La comida resulta ser pésima, pedimos unos calamares al ajillo que son unos aros descongelados de calamar flotando en un agua turbia, aros de goma repugnantes.
De plato principal nos traen un pescado congelado duro y flotando en mantequilla con una argamasa de patata terrosa.
Lo dejamos y pedimos la cuenta, al salir nos preguntan porqué nos vamos tan pronto, le doy a la señora mi opinión en castellano muy claro pero educado y la dejo mirándome con la boca abierta.
Bajo la intensa lluvia y el frío nos vamos hasta una cafetería en donde Carol se come una hamburguesa pasable y yo dejo intacto un bocadillo de queso derretido, grasiento y baboso que no me atrevo a tocar.
Al día siguiente, aún lloviendo, salimos hacia Puerto Natales en nuestro cochecito, son doscientos cuarenta y siete kilómetros por una tundra magallánica que va cambiando poco a poco haciéndose mas hospitalaria con colinas verdes y arboledas, las casas al principio solitarias, se van haciendo mas frecuentes según llegamos a la ciudad.
De repente nos encontramos las aguas azules del seno Ultima Esperanza en Puerto Natales, la carretera termina justo en el paseo marítimo, es la hora de comer y lo hacemos allí mismo en un restaurante llamado ¨ El Marítimo ¨. El dueño nos cuenta que trabajó muchos años de gerente para la empresa Navimag y que decidió dejarlo y abrir el restaurante con su mujer.
Esta lleno de alemanes y holandeses, que es lo que mas hemos visto, seguido de españoles, unos hablando castellano y otros hablando catalán.
La comida es buena, el famoso pebre para acompañar y buenos filetes de merluza y congrio, que no es como el que conocemos en España, y papas fritas bien hechas.
Para acompañar, una ensalada chilena que esta compuesta de rajas de tomate y cebolla, únicamente.
Después de comer nos dirigimos al hotel Lady Florence Dixie donde tenemos una reserva.
Aunque el nombre suena a casa de lenocinio o puticlub en realidad es un motel muy agradable y nos enteramos que Lady Florence Dixie fue la primera turista que se atrevió a pasearse por estas latitudes australes.
Por la mañana del siguiente día recorremos un poco la zona, las casas son bajas, muchas de madera y otras de planchas de cinc, es otro poblado fronterizo en el que lo único que destaca es la iglesia de María Auxiliadora y su Plaza de Armas.
En Chile hay muchas Plazas de Armas, muchas calles con nombres de generales, tenientes, coroneles, presidentes, el país está dividido en regiones, primera, segunda, etc. Que, quizás sea casualidad, pero a mi me recuerda la forma en que los militares dividen las zonas de un país.
Todas las estatuas que he visto han sido siempre de padres de la patria, casi todos militares, y también puede ser casualidad, pero no he visto ni una estatua, ni una plaza dedicada a un poeta, un científico, un escritor. La misma impresión tuve visitando Argentina, aunque allí si había un poco mas de variedad.
Al mediodía salimos hacia las Torres del Payne, a ciento cuarenta y siete kilómetros de distancia, hay un trozo asfaltado pero enseguida comienza el pavimento de tierra, cubierto de grava, que nos acompañará en adelante hasta el regreso a Puerto Natales.
Pasamos cuatro días en la Hostería Mirador del Payne, tenemos la gran suerte de un cielo azul y un sol brillante en todos nuestros recorridos por el parque, las montañas son magníficas, ñandúes, guanacos, zorros, cisnes, cóndores y gran variedad de aves además de pumas, que no se dejan ver, pero están presentes en el parque, son la población de las praderas y los lagos de un azul profundo o de un intenso esmeralda.
La hostería está situada en el sector de la Laguna Verde del parque. En sus terrenos hay oleadas de ovejas de pelo largo que han parido recientemente. Cada una lleva uno o dos corderitos inseparables a sus costados que saltan y retozan alegremente entrecruzándose por delante del coche obligándonos a ir muy despacio. En un valle cercano hay una hacienda en la que los vaqueros, aquí llamados vaquianos, agrupan un mar de ovejas para la esquila, un poco mas allá otros cientos reposan despojados de sus gruesos abrigos con los que se protegieron del duro invierno magallánico.
Al parque acude un gran número de mochileros que pueblan los refugios y de donde parten a pie por innumerables circuitos para realizar diferentes actividades. Para el turista mas reposado las hosterías y hoteles tienen precios casi a la altura del mejor hotel de New York, el mas barato de unos ciento cincuenta dólares, los mas cercanos a los lagos y montañas, ciento ochenta o mas por noche.
Bien es cierto que deben de llevar todas las comodidades hasta allí, pero teniendo en cuenta el valor del peso chileno, esos dólares son mucho dinero en Chile.
De vuelta a Puerto Natales llevamos en el pequeño FIAT a una pareja hindú y su hija que no han podido encontrar medio de transporte.
Paramos en la frontera con Argentina a poner diez litros de gasolina que nos lleven hasta una gasolinera en donde no cobren a mas del doble el litro. Al ir a pagar la señora no tiene cambio y llama a voces a alguien, aparece a caballo un vaquero argentino con la boina calada hasta las orejas y zahones de cuero repujado, recoge el billete y sale galopando hacia el pueblo.
Al cabo de un rato aparece de nuevo al trote con el cambio y todos nos quedamos alegremente sorprendidos.
Devuelto el auto, nos quedan varias horas para merodear por Puerto Natales hasta el momento de subir al carguero. El negocio mas extendido aquí después de los hostales y pensiones es el del Internet. En cada calle hay una tienda, barracón o habitación en donde hay instalados diez o doce ordenadores sempiternamente ocupados por jóvenes mochileros que se dirigen al Payne. Miramos nuestro correo y mandamos una nota a la familia.
El carguero de Navimag va al sesenta por ciento de su carga humana, de acuerdo con lo que nos cuenta el capitán, de aquí en adelante irá al cien por cien y mucha gente se quedará en tierra.
A bordo hay Suizos, Franceses, Españoles, Australianos, Alemanes, Holandeses, Finlandeses, Brasileños, Canadienses, Irlandeses, Austriacos, Argentinos y Chilenos.
Salimos de Puerto Natales, descubierto en 1557 por Juan Ladrillero, que estaba buscando una entrada al Estrecho de Magallanes. Continuamos por Paso White, de sólo ochenta metros de ancho y poco después por el estrecho Collingwood,
explorado por el capitán Fitz Roy en 1830.
La navegación continúa por el Canal Sarmiento, nombrado en honor del navegante español Sarmiento de Gamboa.
Al atardecer el barco nos acerca hasta un próximo glaciar.
El siguiente día desembarcamos durante una hora en Puerto Edén, en la Isla Wellington, su historia comienza en 1930, como base meteorológica y de hidroaviones que volaban de Puerto Montt a Punta Arenas. Actualmente tiene una población de 200 habitantes, entre ellos los últimos indígenas Kawesqar.
Pasamos la Angostura Inglesa, de sólo unos 200 metros de ancho y navegamos a continuación el Canal Messier, donde está hundido el barco COTOPAXI.
Y llegamos al Golfo de Penas, gran ensenada del Pacífico entre el Cabo de Tres Montes y el Archipiélago Guayaneco.
Antiguamente fue llamado Golfo de la Peñas, pero la eñe no figuraba en las cartas inglesas, y pasó a llamarse Golfo de Penas desde 1850. El cambio es adecuado porque es aquí donde el barco entra durante unas horas en alta mar y el oleaje hace pasar un mal rato a la mayoría de los pasajeros.
Al otro día navegamos el Canal Pulluche, rico en flora y fauna, pudiendo apreciarse Cormoranes y lobos marinos de un pelo.
Pasamos el Canal Moraleda, canal profundo, que se extiende desde el Golfo de Corcovado hasta la Traiguén. El nombre lo puso el capitán Hudson en 1857 en honor del piloto español José de Moraleda y Montero quien lo recorrió entre los años 1786 y 1796, lo que permitió realizar cartas de navegación.
Después el Golfo de Corcovado, brazo de mar que se forma entre la costa S.E. de la Isla de Chiloé y el continente. Tiene de norte a sur una extensión de 63 millas.
El último día entramos en el Golfo de Ancud que se caracteriza por una gran cantidad de islas. Se encuentra entre la costa continental y la Isla Grande de Chiloé. Se une al Seno de Reloncaví y al sur al Golfo de Corcovado.
El Seno de Reloncaví, que significa ¨ verdadera cabeza de culebra ¨ es una extensión de mar entre la parte NE del archipiélago de Chiloé y el continente.
Y llegamos a puerto y al fin de nuestro viaje por los Canales Patagónicos a la ciudad de Puerto Montt, de ciento ochenta mil habitantes, fundada el 12 de Febrero de 1853 por Don Vicente Pérez Rosalez.
Para el viajero que no busque grandes comodidades, bailes, reuniones sociales, comidas magníficas, sino un poco de paz, leer un libro, dejar pasar las horas en la cubierta observando los accidentes del territorio circundante o asistir a alguna de las charlas sobre la región, ésta es una buena opción que mas y mas viajeros están encontrando.
Puerto Montt es, una vez mas, una ciudad de aspecto fronterizo que ha crecido, con el consiguiente tráfico y contaminación. Se repiten las casas de madera de Alerce, la mayoría en mal estado y las fabricadas con chapa de cinc. Hay edificios mas modernos y en general el lugar es feo y la gente es agradable y está en perpetuo movimiento yendo y viniendo a sus quehaceres.
Llama la atención la cantidad de perros vagabundos que van y vienen de un lado a otro, solos o en grupos, corriendo detrás de los coches, satisfaciendo sus urgencias sexuales o durmiendo en medio de las aceras sin que nadie los inquiete. He preguntado sobre esto y a nadie parece importarle un rábano.
Como estamos bastante cansados de la comida monótona y el pescado congelado, esa noche mirando la carta en un restaurante veo que sirven tortillas de esto y lo otro pero todas con carne. Como soy vegetariano decido preguntarle a la señorita que nos atiende si sería tan amable de hacerme un par de huevos fritos con papas fritas… me mira muy seria y me dice que sólo hacen tortillas con el relleno especificado en el menú, yo le respondo que no como carne y ella insiste en no poder servirme los dos huevos fritos, yo le respondo que la tortilla se hace batiendo los huevos y lo que yo le pido es incluso mas fácil porque lo único que hay que hacer es abrir los huevos y dejarlos caer en la sartén. Y que le pagaré lo que me pida como si de una tortilla rellena se tratase.
Hay una larga pausa en la que no dice nada y siento que está molesta porque no he aceptado su primera respuesta.
He comprobado a lo largo del viaje que los chilenos son serios y trabajadores y que bajo mi punto de vista tienen poco humor y chispa para la improvisación. Quizá esté equivocado y sólo sea una apreciación mía. Además noto que mi acento español les irrita un poco. Cosa que por otra parte no me extraña nada ya que nuestra entonación es a menudo altiva y apremiante.
Interrogado a un joven guía chileno sobre éste punto, me contestó que los italianos son los que más le irritan y ,sí, los españoles también quieren siempre sobresalir de los demás con sus comentarios.
Por fin la camarera, con cara de Búster Keaton, me dice que por ésta vez harán una excepción y me servirán los dos huevos fritos con papas fritas.
Los dos días siguientes vamos a Frutillar, deliciosos valles verdes y blancos volcanes en el horizonte. Aquí la inmigración alemana está presente con su orden, limpieza y organización.
También a Puerto Octay, otra espléndida región cubierta de árboles frondosos, lagos y pueblitos encantadores.
Volvemos a Santiago y aprovechamos para descansar en el hotel y al día siguiente hacer una visita rápida a Valparaíso y Viña del Mar. De ambos lugares habla Pablo Neruda en sus memorias, con nostalgia, con recuerdos de unos lugares que ya no son como él los vió.
Siguen siendo lugares favoritos para los chilenos privilegiados, con casino y una casa para que repose el presidente de la república.
Pero la especulación domina como en tantos lugares de la costa mediterránea española. Los edificios de quince planta están construidos en el mismo borde de la playa, el hacinamiento es agobiante, el tráfico aterrador. Pero la gente sigue sintiéndose felíz, así que algo tendrá el agua cuando la bendicen.
En Viña del Mar paramos a comer en un lugar recomendado por la agencia y el guía. Nos cobran sesenta y cinco dólares por un trozo de cartón congelado que llaman pescado y unas papas de goma. Unos brasileños que comparten la excursión con nosotros, se quejan al guía del atraco.
Yo le digo que por ese precio mi mujer y yo comemos un estupendo menú en San Francisco y sin que nadie fume delante de nuestras caras.
Al regreso paramos un momento en la plaza para que los brasileños saquen unas fotos.
Unas estudiantes de turismo nos piden que les contestemos unas preguntas y les demos nuestra opinión sobre la visita.
Les contamos lo de la comida y algunas otras cosas y yo les digo que en Chile se ve demasiada policía por las calles con fusiles automáticos, una de ellas me responde que los carabineros, policías, forman parte de la Alianza Ciudadana para la Protección del Pueblo.
Lo dice con toda la ingenuidad de sus quince o dieciséis años. Bueno, subimos a la furgoneta y nos despedimos de ellas.
Ya ha terminado nuestra vacación. Para despedirnos vamos a visitar en Santiago La Chascona, la casa de Pablo Neruda.
La visita guiada carece de todo interés, no hablan ni una sola palabra de Neruda, se limitan a nombrar los objetos que hay en las habitaciones y que ya estamos viendo por nosotros mismos.
Pero a Carol y a mí no nos importa, sabemos quien es, quien fue Neruda y estar allí, en un lugar que él amó, es suficiente para nosotros.
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