martes, 15 de septiembre de 2009

POR LOS PARQUES NACIONALES.


POR LOS PARQUES NACIONALES QUE ATRAVIESA EL RIO COLORADO.

SALT LAKE CITY
La llegada a Salt Lake City viajando desde San Francisco se hace sorprendentemente corta, sólo hora y media de avión que se pasa en tomarte la bebida que te ofrecen y asomarte un par de veces por la ventanilla.
Salt Lake City desde el aire es poco prometedor, llanuras blanquecinas presididas por el omnipresente lago que es todo cuanto abarca la vista hasta que se toma tierra y el ojo va acostumbrándose a dimensiones más pequeñas y concretas que te sitúan y orientan en una naturaleza que se extiende mucho más allá de lo que la vista puede abarcar.
Recogemos un automóvil de alquiler en cuestión de minutos y nos ponemos a la tarea de cubrir la distancia de cuatro horas que nos separan de Moab en donde pasaremos dos noches para ver el primero de los parques nacionales el Arches National Park.
Hace calor y el camino se hace monótono, paramos a por agua y gasolina y notamos que en todos los pueblos por los que pasamos hay puestos de melones, sandias y cantalupos que son esos melones pequeños de corteza rugosa y pulpa anaranjada. Compramos un par de ellos.
Llegamos a Moab ocultándose el sol y seguimos dentro del parque a nuestro alojamiento en el Red Cliffs Lodge a catorce millas de Moab junto al río Colorado, las últimas luces del atardecer arrancan de esos magníficos acantilados de piedra una intensa luz rojiza que se derrama por el valle y las aguas del río. Aquí se han rodado innumerables películas del oeste como La Diligencia o Río Grande con John Wayne.
25.09.08
ARCHES NATIONAL PARK
Por la mañana y mientras tomamos café nos asomamos al río que discurre suave a pocos metros de nuestra habitación, por sus aguas bajan de vez en cuando grupos de botes neumáticos que más adelante se encontrarán con zonas de rápidos y aguas algo turbulentas que harán las delicias de todos éstos deportistas.
Ya en el Arches National Park me encuentro con el ofrecimiento agridulce del ranger encargado de cobrar la entrada de una tarjeta por ser mayor de sesenta y dos años que me permite a mí y a mi acompañante el poder disfrutar gratuitamente de por vida de todos los parques nacionales del país. Le quedo muy agradecido por ser portavoz y ejecutor de esta noticia feliz pero me voy junto a Carol hacia el centro informativo algo cabizbajo y pensativo.
Además de los numerosos arcos de piedra el parque ofrece una extensa gama de moles de roca en posiciones de equilibrio, pináculos, dunas petrificadas y formaciones de roca en las formas más imaginativas que se puedan pensar. Ocupamos el día entero en recorrerlo, hace un intenso calor pero al ser seco se soporta muy bien, descansamos de vez en cuando a la sombra de un arco o una oquedad entre las rocas y es sorprendente la brisa fresca que corre y lo bien que se está en cuanto no estás directamente en contacto con el sol.
Hace unos diez mil años, al final de la última glaciación comenzaron a llegar a esta zona cazadores y recolectores que encontraron algunos yacimientos de cuarzo, calcedonia y otras sílices con las que fabricar puntas de lanza, raspadores y cuchillos, y para confirmarlo aún están presentes los montones de detritus que dejaron. Mucho más reciente, hace unos dos mil años, los cazadores y recolectores comenzaron a cultiva maíz, alubias y calabazas y constituyeron las primeras tribus Pueblo que están presentes en el Parque Nacional de Mesa Verde.
Según fueron desplazándose de la zona otros pueblos se fueron estableciendo como los shoshones, con tribus como los Utes y Paiutes que contactaron por primera vez con los europeos en 1776. Algunos petroglifos cerca del rancho Wolfe muestran gentes a caballo, y no fueron otros que los españoles los que introdujeron éstos animales adoptados rápidamente por los Utes.
Después de la conquista de Méjico los españoles reclamaron casi todas las tierras de lo que hoy es el oeste americano, quitando algunas expediciones comerciales todo el área se dejó sin explorar por los españoles hasta finales de 1700 cuando se dieron cuenta de la amenaza que suponían los intereses coloniales de rusos e ingleses en la zona. Los primeros exploradores españoles determinaron que no era posible cruzar el río Tizón, hoy Colorado, en la zona del Gran Cañón, así que enviaron expediciones hacia el norte para abrir una ruta desde Santa fe a California y así evitar el territorio hostil de los cañones, esas rutas formaron parte de los viejos caminos españoles a través de esta parte de Utah.
En 1765, Juan María Antonio Rivera exploró esta parte del suroeste para tratar de localizar el lugar por donde los indios cruzaban el río Colorado, Rivera, acompañado de guías indios y un grupo de españoles viajaron al norte desde Abiquiu, Nuevo Méjico, a través del sur de Colorado a lo largo de caminos abiertos por anteriores expediciones de españoles y utes. Cruzaron hacia territorio desconocido cerca de lo que hoy son las comunidades de Monticello y Moab en el estado de Utah.
Al parecer el grupo de Rivera llegó a las márgenes del río Colorado a través del Valle Español o el Valle del Castillo, advertidos de que había grupos hostiles al otro lado del río decidieron no cruzarlo pero encontraron la ruta de los indios que posteriormente fue usada como parte de la antigua senda española. Esta senda era una ruta para caballos y burros que conectaba Santa Fe con California, a partir de 1829 cobró gran importancia al conectar Santa Fe con las misiones del sur de California.
En 1898 un veterano de la guerra civil John Wesley Wolfe y su hijo Fred se establecieron en el parque durante diez años, aún está en pie la segunda cabaña que construyeron en 1906, la primera se la llevó una riada, encontraron suficiente agua y pastos para sobrevivir, tener algún ganado y cultivar una pequeña huerta. Desde los ojos con los que hoy contemplamos el mundo se hace difícil pensar que aquellas gentes pudieran sobrevivir en un territorio tan primitivo y hostil.
Ya atardecido damos por terminada la visita y volvemos a Moab, no hemos comido en todo el día excepto unos trozos de melón y una taza de café por la mañana y estamos cansados de un largo día de sol. Moab es una pequeña ciudad, limpia y cuidada que se dedica por entero al turismo, las típicas tiendas baratas de camisetas y objetos inútiles y otras de más prestigio pero igualmente inútiles, objetos de cristal, jarrones, cuadros con vistas rojizas de los cañones, joyas y brazaletes indios, perfumes, inciensos…
Aparcamos y andamos por la acera principal tratando de buscar un buen sitio donde animar el cuerpo algo decaído por tantas horas sin probar bocado. La oferta de restaurantes es parecida a la de las tiendas, por un lado la típica comida basura, hamburguesas, pizzas, pollo frito y por el otro algunos restaurantes que intentan ofrecer platos más modernos presentando pequeñas porciones con adornos de hierbas en una inmensa fuente en la que no faltan los espárragos, el brócoli o las patatas cocidas " al dente " cosa esta última que me cuesta entender y que en ningún caso son santos de mi devoción.
Recorridas varias manzanas sin encontrar lo que buscamos, comenzamos a sentirnos incómodos cuando Carol sugiere la idea de un restaurante mejicano un par de calles más allá. Emprendemos la marcha y estamos a punto de pensar que no somos capaces de encontrarlo cuando lo descubrimos detrás de una gasolinera.
Perfecto, el lugar no podía ser mejor, además de charlar en español con los camareros, nos traen un par de negras Modelo en vasos muy fríos, una ración de guacamole y los consabidos totopos con salsa. Elegimos chile verde para Carol y camarones al mojo de ajo para mí, regando todo con otras dos cervezas en total cuatro " chelas " como dicen ellos.
26.09.08
CANYONLANDS NATIONAL PARK
Hoy vamos hacia otro parque, Canyonlands en el que el Colorado y sus tributarios han dejado por efecto de la erosión incontables cañones, mesas y acantilados. Forma parte de la misma ruta del Gran Cañón aunque este queda a más de trescientos kilómetros de aquí, pero las tierras son las mismas, ricas en hierro y manganeso que le dan esa coloración rojiza tan especial.
Hace mucho calor, en esta zona hay pocos turistas, sólo de vez en cuando vemos algún coche, paramos en uno de los acantilados y nos refrescamos comiéndonos medio melón ayudados con un calzador de zapatos, único utensilio de que disponemos pero que resulta muy práctico y cómodo como cuchillo y cuchara improvisados.
Llegamos al Dead Horse Point que recibe ese nombre por haber sido usado como un corral natural por los ladrones de caballos del siglo diecinueve, al parecer la idea no fue buena porque el calor, la falta de agua y forraje y las condiciones especiales del desierto mataban a la mayoría de los caballos. Por otro lado también nos enteramos que esta zona fue filmada en 1991 para la película Thelma and Louise.
Al atardecer, ya casi de noche, llegamos a Capitol Reef National Park en Torrey - Utah en donde nos alojamos al borde de la carretera en una colina, esta población cuenta con ciento veinte habitantes. Esta zona fue una de las favoritas en las novelas de Zane Grey, otros visitantes famosos fueron Butch Cassidy, John Wesley Powell, Wallace Stagner o Maynard Dixon. Después de aparcar y llevar las maletas al motel, me quedo un rato en la oscuridad de la noche mirando el cielo y escuchando el ruido un poco a lata pero entrañable que viene de una colina cercana, es viernes noche y me imagino a los jóvenes del lugar reunidos alrededor de una banda bailando con sus novias o tratando de ligar entre los escasos ciento veinte miembros que constituyen la población de este sitio perdido en el medio de la nada.
27.09.08 - 28.09.08
CAPITOL REEF NATIONAL PARK - FRUITA - BRYCE CANYON
Por la mañana retrocedemos un poco para entrar en un profundo cañón en el Capitol Reef National Park, el tiempo está inestable y se oyen truenos cayendo algunas gotas. Contemplamos algunos petroglifos de escenas de caza y la inscripción en la desnuda pared de los nombres de un grupo en mil novecientos once.
De vuelta hacia Torrey hay un pequeño valle llamado Fruita en donde los mormones lograron asentarse debido a las buenas condiciones de vida, cultivo de frutas y terreno fértil. Ahora forma parte del parque nacional y es un oasis encantador en el que se puede parar a tomar un bocado, relajarse bajo la brisa propiciada por la sombra de sus árboles y descansar la vista de tanta roca y tanto terreno sinuoso y quebrado.
Continuamos hacia Bryce Canyon, hacemos innumerables paradas para asomarnos a los múltiples balcones que se abren a los siempre diferentes cañones que parecen no tener fin, las extensiones van mucho más allá de lo que puede abarcar la vista, el día que ha comenzado radiante va tornándose frío con la aproximación de tres o cuatro tormentas que desde diferentes puntos van convergiendo en las proximidades del Bryce Canyon. Hacia las cuatro de la tarde descarga con fuerza y la temperatura baja bruscamente de tal modo que me veo en la necesidad de quedarme en el coche en alguna parada debido a mi falta de previsión en tener a mano ropa de abrigo. Carol, al menos , tiene una chaqueta y es menos friolera que yo.
Al atardecer recorremos los pocos kilómetros que nos separan del motel en donde después de organizarnos un poco, lavarnos y coger alguna otra prenda nos acercamos a un popular restaurante donde sirven cena de buffet.
Hoy han cambiado las cosas, la tranquilidad de estos días pasados se ha visto alterada de repente al llegar a esta zona que debe de ser un punto de encuentro turístico. En el restaurante se forman colas larguísimas de turistas franceses que no cesan de llegar en un goteo persistente de autocares. El euro está muy fuerte y media Europa considera que unas vacaciones en los Estados Unidos resultan más baratas que hacerlas en sus propios países. Por suerte el local es muy amplio, pensado para recibir oleadas de personas que no tardan en ir ocupando todas las salas, la disposición del buffet acelera el servicio y aunque los grupos numerosos de gente nos producen una sensación de pánico cenamos con bastante tranquilidad y sin sentirnos acosados en ningún momento.
29.09.08 - 30.09.08
BRYCE CANYON - ZION PARK
Por la mañana el tiempo está estable de nuevo, brilla el sol y comienza a hacer un calor muy agradable. Nos volvemos brevemente al Bryce Canyon para repasar algunos de los lugares que, sobre todo yo, no pude ver bien debido a la lluvia y el frío. Ahora los recorremos con tranquilidad.
Hay muchos lugares en la meseta del Colorado con el nombre de " Escalante ". Las ruinas de Escalante en el oeste de Colorado, la ciudad de Escalante en Utah, el río Escalante que discurre por la nueva población de Grand Staircase - Escalante National Monument.
Todos han sido nombrados a la memoria del padre Silvestre Vélez de Escalante, misionero franciscano y explorador que en 1776-77 junto a su superior Fray Francisco Atanasio Domínguez emprendieron una expedición a través de Colorado, Utah, Arizona y Nuevo Méjico en busca de una ruta por el norte desde Santa Fe a Monterey en California.
En 1775 Juan Bautista de Anza lideró una expedición desde el norte de Méjico a través del desierto de Sonora descubriendo un camino a Monterey en la costa de California. Ese mismo año el gobernador de Nuevo Méjico Pedro Mendinueta y Múzquiz pidió a Fray Francisco Atanasio Domínguez buscar una posible ruta a Monterey a través del desierto. La expedición estaba formada por catorce hombres que viajaron hacia el norte hasta el Gran Cañón donde encontraron indios hostiles y un desierto implacable, viajaron lo más recto posible hacia el oeste en busca de California.
El padre Escalante hizo una crónica de este viaje que ha quedado en la historia de las grandes hazañas españolas por el mundo durante casi trescientos años. El diario de Fray Silvestre Vélez de Escalante describe maravillosamente y con gran detalle el terreno árido y panorámico así como las costumbres y las cualidades de los indios que habitaban el territorio. Llegaron tan al norte como Utah y Provo para volver al sur. La aproximación del invierno, la falta de alimentos y los incidentes acaecidos en los laberínticos cañones les hicieron volver a Santa Fe a través de los pueblos Hopi.
La expedición había viajado durante seis meses y medio bajo privaciones y sufrimientos que recordarían siempre. Nunca estuvieron cercanos a California y en su lugar describieron un círculo de unos tres mil kilómetros a través del desierto y las montañas del oeste. Sin embargo la expedición no resultó ser un fracaso porque por fin había sido explorado el interior. El diario del padre Escalante y los mapas del capitán Don Bernardo Miera y Pacheco fueron de gran valor para quienes les siguieron abriendo la vieja senda española cuarenta años más tarde entre Santa Fe y California.
Llegamos al Zion National Park, último de los parques que estamos visitando, en 1909 se nombró al parque como Mukuntuweap National Monument pero al parecer este nombre no gustaba a la gente de la zona y se cambió por Zion, antigua palabra hebrea que significa " lugar de refugio o santuario ". En él habitan casi trescientas especies de pájaros, unas setenta y cinco variedades de mamíferos, incluyendo murciélagos, treinta y dos de reptiles y numerosas plantas, yuca, junípero, coníferas, sauces, la fauna superior cuenta con ciervos, pumas, cabras, águilas y cóndores.
Los padres Silvestre Vélez de Escalante y Francisco Atanasio Domínguez pasaron muy cerca el 13 de octubre de 1776; en 1826 el trampero y comerciante Jedediah Smith estuvo al frente de una expedición de dieciseis hombres en busca de una ruta hacia California. Esta y otras expediciones de comerciantes de Nuevo Méjico hicieron conocida y frecuentada la vieja senda española que seguía una buena parte del río Virgin.
Hacia 1850 granjeros mormones de la zona de Salt Lake se establecieron en las márgenes del río Virgin con buenos pastos para el ganado y las ovejas y recursos de madera en los cañones cercanos. En 1869 la Powell Geographic Expedition realizó el primer viaje por el parque volviendo en 1872 y tomando las primeras fotos.
Hace un día de sol, caluroso, el parque está tan lleno que no se permite aparcar en su interior, llegamos andando hasta el centro de orientación de donde salen autobuses a diferentes puntos del parque, es un buen método porque de esta manera no hay coches molestos y los turistas se suben y se bajan donde les apetece, hacen marchas de mayor o menos tiempo o simplemente contemplan el paisaje desde los autobuses que están dando vueltas todo el día al parque.
Volvemos ya casi de noche al motel y vamos a cenar al único restaurante abierto que encontramos en la zona. La carta anuncia con mucho bombo las truchas únicas de los ríos de la zona y por la descripción casi podemos verlas en nuestra imaginación saltar sobre la espuma de los torrentes, inundando nuestras pupilas con las irisaciones de su piel de arco iris. Burda patraña. Sabemos muy bien, todo el mundo sabe, que las truchas son de piscifactoría, a no ser que las pesques tú mismo en el río. Pero es el signo de los tiempos. Y esto me hace recordar que en los años setenta nuestro amigo Bruce, biólogo marino, que por entonces trabajaba en un proyecto comercial sobre la Tilapia, nos llevó a contemplar estos peces y su reproducción y engorde a un alto edificio en Filadelfia. Yo me iba preguntando en el ascensor por el significado de todo aquello, no podía concebir la idea de los peces y el subir varias plantas en ascensor.
Pero enseguida y a través de las explicaciones de nuestro amigo pudimos Carol y yo enterarnos de que habíamos pasado a otra dimensión en la percepción y comprensión del mundo que se abría ante nuestros ojos. En varias plantas diáfanas se habían instalado piscinas en las que las Tilapias bullían en el agua en diferentes etapas de crecimiento. Por encima de los tanques unas cintas transportadoras iban distribuyendo el pienso en diferentes cangilones. Nuestro amigo nos explicó que todo estaba mecanizado incluyendo la temperatura del agua, turbidez, aporte de oxígeno, etc. En su momento el crecimiento de una tanda de peces les llevaba a ser trasvasados a otro tanque y así hasta que estaban listos para la comercialización.
En aquel momento aquello me pareció de ciencia ficción, un dislate, salí francamente cabreado. Treinta años después considerando el crecimiento exponencial de la población mundial, la contaminación del mar y los ríos, la especulación con los alimentos, y demás plagas que nos asolan, tiendo a pensar que dentro de lo que cabe aunque esos pescaditos sean insípidos posiblemente estén menos contaminados que sus hermanos de las aguas dulces y saladas.
Decidimos finalmente pedir trucha que nos sirven empanada con un arroz basmati y granos de maíz bastante insufrible. Mientras comemos recuerdo con nostalgia y comento a Carol aquella crónica que habla de nuestro emperador, ya recluido en Yuste, al que se le reconfortaba el estómago y el corazón cenando truchas cogidas en el Tiétar o alguno de sus afluentes rehogadas con gruesas lonchas de panceta, cosa que no ayudaría mucho a controlar la Gota del monarca. Pero que le quitasen lo bailao.
Nos vamos a dormir, mañana tenemos unas siete horas de camino ya en Idaho para pasado llegar a Boise, juntarnos con la familia y celebrar la boda de Joan y David.
08.10.08
San Francisco
J. L. Medina

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