lunes, 14 de septiembre de 2009

DESTRUIR LA HISTORIA.

Estos días he leído la siguiente noticia en el Internet que transcribo en lo esencial. El 16 de Octubre de 2007 la Junta de Castilla y León modificó, a instancias de su Consejería de Fomento, el Plan General de Ordenación Urbana de Soria para autorizar la construcción del Polígono Industrial Soria II, que tendrá una superficie de 117 hectáreas.

Numancia vuelve a estar asediada y no sólo por este proyecto auspiciado por el Ayuntamiento soriano y la Junta de Castilla y León, sino también por la construcción de un cementerio privado junto a las ruinas del monasterio de San Juan de Duero, erigido por los Hospitalarios en la falda del monte de las Ánimas. Por el proyecto de la Ciudad del Medio Ambiente así como edificios institucionales y suelo industrial. Por último la construcción de 300 viviendas junto al campamento de Alto Real del Cerco de Escipión.

La Academia de la Historia, la de San Fernando, la asociación Hispania Nostra y la Universidad Nacional de Educación a Distancia se han opuesto a la construcción del Polígono Industrial Soria II en el entorno de Numancia.

A pesar de las reacciones contrarias ni la Junta ni el Ayuntamiento de Soria han rectificado sus posiciones, ni siquiera al recibir el informe aprobado el pasado 22 de Junio por la Real Academia de la Historia.

Cada vez que oigo este tipo de noticias me hecho a temblar porque desgraciadamente tenemos infinitos ejemplos en todo el territorio nacional de asaltos sin ningún tipo de pudor a lo que es la esencia de la historia de España patrimonio, por otra parte, de todos los españoles y no de ciertos alcaldes y la caterva que les rodea ávidos de pegarle una mordida jugosa a las comisiones pasándose por su personal arco del triunfo a los arcos del triunfo, acueductos, iglesias o cualquier cosa que les estorbe sean hitos históricos o iconos de antiguas culturas.

Y hablando de acueductos me viene a la memoria la entrada a Segovia dejados atrás los pinares de la Boca del Asno y la Granja de San Ildefonso con esa portentosa vista del acueducto romano manchada ignominiosamente por un edificio en esqueleto y una maldita grúa de la construcción que han permanecido durante años y años en la parte izquierda del campo visual. Hace tiempo que no he podido ir a esa joya de Castilla y espero que ya lo hayan demolido.

Porque esa es otra, en España pierden el culo para empezar a construir, aseguran así el territorio conquistado, luego, si no consiguen los permisos o por cualquier otro avatar no se realiza la obra allí queda para los restos el sucio escombro a medio hacer y no hay fuerza divina ni humana que obligue a los perpetradores a corregir el entuerto.

Es bien cierto y eso lo comprende hasta un parvulito que en ciertas partes del mundo los obstáculos para el desarrollo debidos a la historia acumulada durante siglos son una parte muy seria e importante a tener en cuenta. No es lo mismo construir en los Estados Unidos, que por cierto también tiene su historia aunque más cercana en el tiempo, que en la mayor parte de Europa en donde las capas del pastel histórico se comprimen en una amalgama de sabores compuestos de civilizaciones, imperios, guerras, religiones y oleadas de conquistadores que afloran a la superficie a poco que se escarbe con la punta del zapato.

Pero para eso, para equilibrar el pasado con el futuro, las necesidades del progreso con la preservación de la experiencia de quienes estuvieron antes que nosotros tiene que haber gente versada sobre todo en honestidad y sentido común que sepa dar soluciones y parar los pies a quienes solo persiguen el beneficio personal a corto plazo y les trae al pairo Publio Cornelio Escipión, Numancia, o las Guerras Púnicas.

Pero estamos enfrentándonos hoy con otros factores que agravan mucho más la capacidad de sensibilidad de los ciudadanos para tomar conciencia de la historia de España que es la propia historia de cada individuo y por tanto nos afecta a todos.

La historia que mi generación aprendió en el bachillerato, recuerdo aquellos libros bastante gordos de pastas duras, eran un batiburrillo de acontecimientos metidos a presión, algo así como el vagón de metro de la historia parando en hora punta en la estación de sol y una muchedumbre de celtíberos, romanos, visigodos, moros, soldados con arcabuz y daga vizcaína luchando a codazos para no perder su oportunidad de subirse a la máquina del tiempo.

Llegaba junio y a duras penas habíamos completado las tres cuartas partes de la materia con lo que la pérdida de Cuba y los desastres africanos se quedaban relegados para mejor ocasión que generalmente no llegaba.

En nuestro cráneo infantil quedaban comprimidas las listas de los reyes godos junto a los emperadores romanos de acuerdo con la regla nemotécnica "nedotramarsemalevalaudio ", los triunviratos y la lista de los siete sabios de Grecia.

Era una historia de fechas y hechos basados en el espíritu patriótico, la religión y el sacrificio de los valientes y esforzados. A menudo los chicos no distinguíamos muy bien entre Guzmán el Bueno y el Guerrero del Antifaz, los romanos y los tebeos de " El Jabato ". A mi las fechas me costaba mucho recordarlas lo que rebajaba considerablemente mis notas en los exámenes, pero no me importaba, la historia para mí era el túnel del tiempo por el que me ponía en contacto con los hechos fascinantes de mi tierra, ese lugar en el extremo de Europa que atisba desde sus playas del sur las inquietantes tierras africanas.

Esta historia aprendida a trompicones, complementada por las películas de los cines de barrio, " La caída del imperio romano ", " Alba de América ", " La leona de Castilla ", " Agustina de Aragón ", los tebeos y las batallas que organizábamos con espadas de madera y escudos improvisados con tapas de cubos de basura, encendieron en mi generación la llamita del amor y el orgullo por el territorio común y los acontecimientos ocurridos a través de los tiempos.

Luego con los años nos daríamos cuenta de que la historia en realidad gira en torno al dinero, a los intereses y la ambición, pero en cualquier caso aquella pátina recibida en el colegio fue el primer ladrillo en la construcción individual del amor por el país, por un espacio común en el que conviven gentes de orígenes, lenguas y costumbres diversas pero que se identifican en su conjunto manteniendo sus propias características regionales.

El problema hoy es que cada comunidad pone más énfasis en la pequeña historia de su parcela que en el conjunto del territorio y en algunas regiones se rechaza la historia común e incluso se inventa una nueva historia a su conveniencia que establece fronteras con el resto de España a la que se considera un país extranjero y antagónico en el logro de sus ambiciones ideológicas.

Con el control de la educación en sus manos, someten a las nuevas generaciones a su ideología territorial, historia inventada, idioma regional, rechazo de lo que queda más allá de su terruño arcaico. Saben que conseguir sus objetivos es sólo cuestión de tiempo.
Esos nuevos jóvenes adoctrinados ajenos a la historia común crecen insensibles e ignorantes al patrimonio de siglos de historia y cultura de toda la nación, que no les importa por puro desconocimiento.

España tiene un enorme patrimonio histórico y cultural conjunto que debe de cuidar y mimar porque es el armazón que sostiene el territorio en el que habitamos.
Pero estamos viviendo una enfermedad disgregadora, una atomización de los territorios, una vuelta a los reinos de Taifas que llegan a lo ridículo y resultaría jocoso si en el fondo no fuera tan patético.

Estamos llegando al extremo de no querer compartir el agua que debería fluir libremente por las diferentes provincias como así ha sido desde el principio de los tiempos, de rechazar el idioma común en algunas regiones, de considerar patrimonio de una autonomía algo como el flamenco que toca a diferentes comunidades y está en el espíritu de todos, de forzar y obligar a compañías y negocios a adaptarse al caciquismo miope de los nuevos nacionalismos excluyentes.

Todo esto unido a un descenso general de la cultura, la manipulación televisiva y el afán de hacerse rico sea como sea, hace que la sensibilidad por mantener nuestro pasado no sea todo lo firme que debería de ser.

Esperemos que en el caso de Soria no primen las componendas, el servilismo, el miedo al político manipulador y estemos aún a tiempo para que se busque una solución adecuada que haga posible el progreso así como el mantenimiento de esos campos, esas piedras, esos monumentos que no parecen ser nada para una mirada vacía y lo son todo a los ojos de quien conoce los acontecimientos de su país, de quien a través de ellos ha aprendido a amar la ola imparable de la historia.
20.02.08
San Francisco
J.L. Medina

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