lunes, 14 de septiembre de 2009

LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD.




Comentarios a la conversación entre Meredith, Carol, Jean Pierre, Dylan, Jackie y José Luis en el picnic del sábado tres de Mayo de 2008 en Samuel P. Taylor.

" Life, liberty, and the pursuit of happiness " es una de las más famosas y poéticas frases en el documento de Declaración de Independencia de los Estados Unidos. La frase acuñada por Thomas Jefferson está basada en otras similares escritas por John Locke y Peter Laslett. Es comparable a la francesa " liberté, égalité, fraternité" o "peace, order and good government " de los canadienses. En el mismo sentido se encuentran frases en la constitución japonesa o en la declaración de independencia de la República de Vietnam.

Jefferson rompía así con la ortodoxia dando un significado mucho más amplio que el de " life, liberty and estate " de Locke. El concepto abría las puertas a un abanico mucho más amplio en el que podían caber el derecho a la libertad de expresión o a la aplicación justa de la ley, por citar alguno.

Nadie explicó en los tiempos de Jefferson el significado concreto de la frase y a partir de ese momento y hasta nuestros días ha sido motivo de especulación e interpretación por sucesivas generaciones.

Así que ¿qué es lo que nos hace felices? ¿porqué unos son felices y otros no? ¿queremos realmente ser felices?.

En los tiempos que corren la primera idea de felicidad que a uno se le viene a la mente es el dinero. Y parece que los que han estudiado el tema han llegado a la conclusión de que en términos generales la gente más rica es también la más feliz. Pero parece que a medida que los ingresos aumentan y se consiguen más cosas las necesidades básicas van perdiendo importancia y los logros materiales no hacen crecer los niveles de felicidad. Pero el dinero naturalmente compra mucho, posición en la sociedad, poder político, amistades. Eso parece que hace relativamente felices a algunas personas.

Pero ¿cuanto hay que tener para ser feliz?. La ambición no parece tener límite, cuanto más tiene una persona más quiere, llega un momento que los bienes materiales ya no satisfacen del todo y el objetivo entonces es acumular más. Como decía un personaje de una serie de dibujos animados: " daría todo lo que tengo por conseguir un poquito más".

Las generaciones que viven y trabajan en la sociedad actual no pueden concebir un mundo sin objetos. Mucha de la gratificación que consiguen está en ellos y les es difícil comprender el pasado sin consumo en el que vivieron sus padres.

Las sociedades capitalistas más desarrolladas llevan tiempo incidiendo en la filosofía del trabajo. Ya no sólo se trata de percibir un salario mayor o menor directamente proporcional al esfuerzo realizado, si no de interesarse por la labor que se realiza, considerarla un reto personal, la consecución de un logro y por ende la retribución de ese esfuerzo como factor psicológico de felicidad.

Cada vez se pasa más tiempo en el lugar de trabajo, si las condiciones son buenas el trabajador se siente apreciado, realiza su tarea mejor y se incrementa su grado de satisfacción. Por el contrario si es tratado mal por el jefe y no se le atiende en sus reivindicaciones y problemas es más proclive a tener enfermedades, faltar al trabajo, tener ansiedad y estar, en una palabra, infeliz.

La inteligencia tampoco parece ser un pasaporte para la felicidad, el mayor conocimiento de las cosas crea unas perspectivas más altas hacia el logro de la comprensión de un mundo cada vez más difícil, el tener una mayor inteligencia no parece otorgar sin embargo la capacidad para llevarse bien con los demás, para ser "socialmente inteligente".

¿Se nace con una felicidad determinada?. Se tiende a creer que al menos la mitad de nuestro nivel de felicidad viene dado genéticamente teniendo también mucho que ver con el juicio y la preparación adquiridos a través de nuestros padres que se puede traducir desde una edad temprana en alegría o en insatisfacción. La gente más extrovertida y con buen humor tiende a ser más feliz y más sociable.

Hoy, que todo es visual, que la imagen acapara más del noventa por ciento de cualquier logro humano ser guapo tiene un efecto positivo y por consiguiente aumenta el bienestar subjetivo. También se dice que los rostros más simétricos son los más atractivos y la simetría parece ser señal de buenos genes y un sistema inmunitario saludable.

La amistad es otro componente de la felicidad, la relación con los vecinos, amigos y familia ayuda a ser más feliz. Por desgracia y paradójicamente en un mundo dominado por las comunicaciones, donde todo está al alcance de la mano, donde el individuo está permanentemente localizado, la soledad acosa más que nunca a las personas.

En un pasado aún no muy lejano los vecinos se relacionaban entre ellos, salían al descansillo de la escalera y charlaban, los niños jugaban en la calle vacía de coches, se conocían, aprendían a amarse y odiarse, y posiblemente llegaban a un mayor grado de felicidad relativa que sentados cada uno en su habitación solos frente a la pantalla que les separa de sus amigos al otro lado del universo virtual.

Las personas casadas suelen ser más felices que las solteras pero por escaso margen. Pero la cuestión es ¿hace el matrimonio feliz a las personas o es la gente feliz la que tiene mayor disposición para casarse?. Personalmente no creo que el matrimonio haga feliz a nadie así por las buenas. Posiblemente el período anterior y posterior de, digamos un año, al hecho de casarse sea de felicidad basada en la anticipación, el cambio y la novedad.

Pero, y esto es una opinión muy personal, creo que el matrimonio implica compromiso, responsabilidad y obligaciones que requieren un gran esfuerzo tras el cual se puede llegar a una armónica felicidad por la que hay que luchar con entusiasmo cada día de la existencia.

El hecho de casarse, de tener un papel que lo acredite, significa poco en los tiempos que corren, pero lo dicho más arriba aplica a cualquier pareja que inicie la vida juntos con idea de prolongarla en el tiempo. De todas formas aunque la gente sigue casándose poniendo más que nunca todo el énfasis en la celebración, el boato, el viaje de novios, en fin, los signos externos, así mismo el fracaso en separaciones y divorcios es cada vez mayor en un período de convivencia más corto.

Creer que existe una vida después de la muerte da sentido y consuelo a muchas personas, las creencias religiosas pueden ser un arma poderosa para enfrentar la adversidad. Por otro lado la religión fomenta la interacción y el apoyo social. Las personas religiosas parecen tender a ser más felices que las que no lo son, aunque como dice Sándor Máraí en uno de sus libros: " aquellos que son religiosos suelen ser los que más miedo tienen a morirse ".

Tener una buena salud es otro de los grandes incentivos hacia la felicidad, sobre todo en las personas de más edad. Cada vez se gasta más dinero en reparar los problemas que causan las enfermedades para los que las nuevas tecnologías van encontrando soluciones. Pero no sólo en la salud si no en el embellecimiento estético recurriendo a operaciones faciales, liposucciones, curas de adelgazamiento, etc.

En resumen, la búsqueda de la felicidad tiene muchas facetas, depende del comportamiento, de las circunstancias, de la actitud, del trabajo, de las creencias, de la salud, del dinero, de las conexiones sociales, del ambiente.

Todo el mundo parece ser diferente y cada uno interpreta su felicidad conforme a ciertos parámetros circunstanciales que para otro pueden no significar nada. Algunos piensan que tiene que ver con el carácter general del país en el que se vive, en Estados Unidos, por ejemplo, la población tiende más a concentrarse en los logros conseguidos a través del trabajo, la compra de una buena casa, en definitiva en las retribuciones materiales. En Europa, aunque la sociedad de consumo prima también, se valoran mucho el tiempo libre, los beneficios de una seguridad social universal, el progresar más lentamente dedicando tiempo a otras actividades fuera del trabajo.

Algunos dicen que la felicidad está en el dolor y la alegría del día a día. Otros que puesto que tenemos que invertir mucho tiempo en el trabajo debemos de escoger aquella actividad que nos guste, que esté más de acuerdo con nuestras actitudes independientemente de la remuneración monetaria y que se persevere en ello.

Otros opinan que hay que mejorar las libertades civiles, tratar de eliminar las pequeñas cosas que dificultan, irritan y obstaculizan nuestra vida diaria, como los controles a veces bastante estúpidos en los aeropuertos, la sensación de opresión policial que muchas veces sentimos en las ciudades incluso viviendo en países democráticos.

Ser optimistas con respecto al futuro, tener una estrategia en la vida, tomar iniciativas, poner en marcha los valores éticos, ayudar a los demás, intentar cambiar aquello que te moleste, estar más con la familia y los amigos pueden ser algunas de las cosas por las que se puede empezar a ser feliz.

Pero en definitiva la felicidad está en nuestro cerebro, son destellos que nos iluminan brevemente, pequeñas o grandes situaciones, la música de Bethoven inundando nuestro sistema nervioso o comer un tomate con sal sentado en el borde de un camino charlando con un amigo.

La felicidad nunca es definitiva, siempre es fugaz, errática y escurridiza. No hay que confundirla con la alegría y otros derivados placenteros. Dice el diccionario, felicidad : " estado de ánimo de quien recibe de la vida lo que espera o desea. Sentimiento de satisfacción y alegría experimentado ante la consecución de un bien o un deseo ".

Bien, Jefferson nos dejó su famosa frase " Life, liberty and the pursuit of happiness". Fue un recordatorio porque el hombre ya llevaba luchando por ello desde que puso un pie consciente en la tierra.

Y hasta el presente desde Europa hasta América, desde Asia a Oceanía millones de seres humanos siguen esforzándose con las herramientas de que disponen en la ardua y volátil tarea de perseguir " La búsqueda de la felicidad ".
06.05.08
San Francisco
J. L. Medina

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